¿Conoces el monumento megalítico más famoso de Huelva?

Este 9 de octubre se celebra el Día Mundial del Arte Rupestre y en Huelva se encuentra una de las máximas expresiones de este arte en el Dolmen de Soto (Trigueros).
Datado entre el 3000-2500 a. C. es uno de los monumentos megalíticos más relevantes de la península, supone parada obligada a fin de admirar su buena conservación y las abundantes manifestaciones de arte rupestre que atesora en su interior.
Descubierto y excavado en 1923 por Armando de Soto, fue declarado Monumento Nacional en 1931. En su interior fueron encontrados ocho cuerpos enterrados. Orientado al este, cada equinoccio se cumple un ritual de culto al sol cuando al amanecer los rayos entran en la galería alcanzando la losa de cabecera del monumento.
Actualmente forma parte de dos Itinerarios Culturales Europeos, Caminos de Arte Rupestre Prehistórico y Rutas Megalíticas. Disfruta de una interesante visita guiada reservando tu entrada en www.giglon.com o a través de la Oficina de Turismo de Trigueros.
Una plaza de toros que visitó la mismísima Rita Hayworth
El Dolmen de Soto tiene una historia torera desconocida por muchos que lo llevó a ser testigo de capeas e incluso a sostener el palquillo presidencial de un coso visitado hasta por Rita Hayworth.
Esta historia hay que datarla en la década de los 60 en la finca La Lobita de la localidad donde las sucesivas y necesarias obras llevadas a cabo por la Junta de Andalucía para la puesta en valor del dolmen, han motivado que ya no quede el más mínimo rastro de ese modesto coso taurino que se levantó junto al túmulo y donde los aficionados triguereños, de Niebla, Beas o de la pedanía de Candón acudían en tropel, con familiares o amigos, a ver las capeas.
Algunos testimonios gráficos de esa época se encuentran, según ha informado la Junta de Andalucía en un comunicado, en el álbum familiar de los marqueses de Seoane, dueños de la ganadería Prieto de la Cal y de la finca La Ruiza, la cual adquirieron a mediados del pasado siglo con la casa solariega edificada a mitad del XIX por la familia de Armando de Soto y Morillas, el descubridor en 1923 de este dolmen.
Justo donde hace unos cinco milenios la Humanidad empezaba a trascender y a rendir homenaje a sus muertos, se terminó levantando una placita para celebrar minifestejos taurinos; allí los novilleros de Huelva aprendían a torear y dar muerte con la espada a esos fabulosos ejemplares jaboneros de Prieto de la Cal a los que, en las fotos, se les puede adivinar el juego eterno que proporciona su bravura en el tercio de varas.
A algunas capeas lindantes con el Dolmen de Soto asistieron personalidades mundiales tan extraordinarias como Rita Hayworth allá por octubre del 52, cuando vio a Miguel Báez 'Litri' vestido de corto desde el coqueto burladero reservado para los marqueses de Seoane.
Pero más legendario si cabe es el dolmen; no es casualidad que el arqueólogo alemán Hugo Obermaier, quien hizo público el descubrimiento tras asumir las excavaciones que se prolongarían durante tres años, pasara a ocupar prácticamente a continuación la Cátedra de 'Historia Primitiva del Hombre' en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid.
Son 21,5 metros de galería orientada a conciencia hacia el este para lograr la máxima iluminación coincidiendo cada año con los equinoccios de primavera y otoño.
Tras la adquisición de los terrenos por la Junta de Andalucía en 1987 se han podido desarrollar varios estudios arqueológicos que han desvelado desde el origen 'stonehengiano' del monumento (el círculo primigenio de menhires que serían los reutilizados finalmente para construir el dolmen) hasta restos de pigmentos rupestres que obligan a imaginar cómo debían lucir esas grandes piedras pintadas de negro y rojo con blanco en la base.
La colina artificial de 3,5 metros de altura del túmulo, aprovechando su estructura de corredor, fue la que sirvió de referencia para trazar la circunferencia e improvisar el palquillo presidencial de esta plaza de tientas cuyo uso recreativo iría decayendo hasta principios de la década de los 80, cuando el Gobierno de Andalucía dio el paso definitivo para hacerse con los terrenos y facilitar tanto los trabajos arqueológicos de los especialistas como el acceso libre del público.

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