Después de más de 40 años de lucha por su demolición, la "Ruina de La Antilla", un gran chalet a medio construir que quedó paralizado en primera línea de playa y era un auténtico peligro, ha comenzado por fin a ser derribado.

Los vecinos de la plataforma "Demolición Ruina La Antilla" no pueden estar más contentos. En el día de ayer, 20 de marzo, ya se podían ver a oficiales comenzando a tirar abajo este edificio que es historia de La Antilla, pero historia de la mala, de la que se quería borrar para siempre.

"Este es un día grande para La Antilla (Coincide con el día de la Felicidad). El inicio de una victoria de los vecinos y del Ayuntamiento de Lepe, que los representa, contra un grave atentado urbanístico y medioambiental sufrido durante 42 años. Es la victoria contra un "Mamotreto" símbolo de impacto, de prepotencia, de abuso, de abandono y desidia, de inseguridad e insalubridad y de insufribles molestias a la comunidad. Gracias a la plataforma vecinal que ha luchado durante años por la demolición y gracias al Ayuntamiento por hacerlo posible".

Los vecinos de esta plataforma aseguran que este lugar ha sido objeto de denuncia todos los años por convertirse asiduamente en zona de venta de drogas y por el trasiego constante de drogodependientes. Por este y otros motivos, la asociación asegura que las plagas de ratas e insectos han sido habituales en éste y en las inmediaciones durante más de 40 años en la playa lepera.

Además, el estado lamentable de los cimientos del edificio, que carecían a simple vista de una estructura segura, pues nunca llegó a ser finalizado, y el paso del tiempo, lo habían deteriorado aún más. Volviéndolo un auténtico peligro para las personas que pudiesen pasar cerca o entrar a curiosear, pues este chalet inacabado está ubicado en una zona muy concurrida de la playa de La Antilla.

El aviso de demolición se hizo efectivo y se publicó la semana pasada, aunque sus vecinos, aún escépticos tras cuatro décadas de espera, no han podido celebrarlo hasta ayer, que por fin pudieron ver con sus propios ojos como comenzaba el fin del icono "menos querido" de La Antilla.