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Castaño del Robledo: Naturaleza y patrimonio

  • Situado en la Sierra de Aracena y Picos de Aroche encontramos una localidad muy pintoresca

La naturaleza en Castaño del Robledo.

La naturaleza en Castaño del Robledo. / Nacho Suárez

Como de educados es presentarse, diré en primer lugar que soy el de mayor altura de entre mis pueblos hermanos en la provincia de Huelva. Nombre de árboles me pusieron y no uno, sino dos: Castaño del Robledo. Como para poner más acento en la natural dualidad que llevo dentro.

Por una parte, lo más agreste y abigarrado del bosque de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche unido todo en el nombre del noble roble andaluz que ayudó a mis habitantes con herramientas, puertas, humildes muebles y a resguardarse con el fuego que proporcionaba de los fríos, -ahora menores por los cambios del clima-, propios de mis latitudes y altura. También dicen los historiadores que las gestas de la madera de mis robles llegaron a ultramar. Surcaron desde el siglo XVI el Océano Atlántico en forma de barco en rutas de ida y vuelta desde las Atarazanas de Sevilla en nombre del otrora Imperio de España. Sin embargo, otras finas maderas dieron cuerpo al Órgano que se aloja en mi Iglesia de Santiago El Mayor. El más antiguo y el más especial por su sonoridad en toda la provincia y el resto del país. Los entendidos de la música creen que sus metálicos tubos proceden del desechado instrumento de la Catedral de Sevilla. Yo acogí al desecho histórico y así ayudé a atesorar sonidos apreciados actualmente por intérpretes de todo el Mundo, que se acercan para solazarse con tan ilustre órgano.

Calles de Castaño del Robledo. Calles de Castaño del Robledo.

Calles de Castaño del Robledo. / M.G.

El nombre de Castaño, por otro lado, fue un añadido, -según dicen esos estudiosos-, para designar el cultivo desde el Medievo de un árbol feraz; gracias al cual los esforzados agricultores complementaban una recolección forestal con el denodado trabajo de sacar algo de provecho de entre las piedras de la Sierra, tal y como hoy en día sigue produciéndose. Así, las hileras de castaños se muestran surcando las suaves laderas y los más empinados de mis cerros, arrinconando en las alturas rodales de robles, quejigos y otras especies, en una especie de caprichoso jardín que acoge árboles dos o tres veces más que centenarios, fieles a su cita anual en otoño para conceder el tan apreciado fruto que me concede mi nombre de pila. En sus oquedades anida el búho real, el cárabo y una infinidad más de adorables criaturas de patas y alas. Bosques de pinos y alcornoques se intercalan en otras fincas. Sus más inaccesibles cimas son refugio diurno del ciervo y el jabalí.

Castañas caídas en la localidad. Castañas caídas en la localidad.

Castañas caídas en la localidad. / M.G.

Pero no sólo la castaña sale de mis entrañas, mis robles me trajeron de América también la patata, tal que así que mis tierras son conocidas por ser las primeras en tan excelso tubérculo que ha evitado tanta hambre, y cuyo exceso servía para comerciar con otras mercadurías impropias de mí (textiles, azúcar, café, etc.). Complementando mis hortalizas de las huertas alrededor del pequeño pueblo de poco más de 200 habitantes, las encinas ofrecen a sus convecinos, los cerdos ibéricos, el bellotero manjar de montanera que los hace un reconocido objeto de deseo para los amantes de la Gastronomía. Muchos han sido y son los que dicen que mi altura y orografía me confieren el mejor microclima en la provincia para la curación de jamones y chacinas ibéricas.

El devenir del tiempo me ha cambiado poco. Sigo manteniendo mi genuina faz serrana, humilde, trabajada pero orgullosa. Si quieren, que cambien las personas. Y muchos han dejado su huella desde que se tiene noticia de los inicios del pueblo allá por el siglo XV. En la siguiente centuria, el insigne humanista tan apreciado por el rey Felipe II, D. Benito Arias Montano, decidió ser párroco de la localidad alternando venidas entre el cercano Santuario de la Virgen de los Ángeles y el pueblo que empezaba a formarse con calles empedradas verdeando por la humedad característica del lugar y por casas enjalbegadas con cal. Todavía recuerdo sus paseos por entre la niebla que recorre mis calles a partir de otoño y que dibuja aún hoy escenas de encanto sin igual.

La riqueza patrimonial de Castaño del Robledo. La riqueza patrimonial de Castaño del Robledo.

La riqueza patrimonial de Castaño del Robledo. / M.G.

Otra de mis particularidades patrimoniales es una ´Iglesia Inacabada´ de tamaño catedralicio. iniciada en el Siglo XVIII. Tantas eran las aspiraciones para un pueblo emancipado de Aracena a principios de ese siglo que sus constructores sobrepasaron sus posibilidades y construyeron a medias un magnífico edificio neoclásico,-hoy declarado Monumento Histórico Artístico Nacional-, asombro de los senderistas y turistas que por aquí se acercan.

Ya no tanto, pero también me acostumbré a recibir la nieve hasta en febrero. La última que cuajó hace unos años convirtió a la localidad en un hervidero de visitantes ávidos de níveas imágenes de belleza serrana. Hablando de visitantes, cada vez son más los que aprecian mis bondades, mi tranquilidad y mis paisajes. Ya no soy nudo de comunicaciones comerciales como antaño, que me recorrían las mulas cargadas de mercancias de un lado para otro, pero hoy en día soy una encrucijada de caminos para los pueblos vecinos y muchas personas en busca de salud y riqueza patrimonial se acercan aquí para recorrer los caminos que les ofrezco. Los que conectan con Galaroza o el de Jabugo por la ribera, por ejemplo. Muchos se quedaron sucios de vegetación por el abandono histórico de las labores del campo y la emigración pero ahora las autoridades municipales han recuperado varios de ellos dormidos en la memoria de los más viejos del lugar. Con nombres tan evocadores como ´camino de los Trebolares´ o ´Cañada Honda´, se han incorporado recientemente a las guías de los senderistas rutas naturales que desembocan en Castaño del Robledo, un pulmón de salud en la Sierra de Aracena y Picos de Aroche.

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