Adiós a los campos de tierra en Huelva, donde se han forjado miles de futbolistas... y hasta un campeón de Europa

Con la instalación del césped artificial en la barriada de la Navidad, la temporada 25/26 se ha convertido en la primera sin albero en la provincia

Jugadores del Punta Umbría y del Mazagón luchan por una pelota en el barro.
Jugadores del Punta Umbría y del Mazagón luchan por una pelota en el barro. / Espínola

La provincia de Huelva se queda huérfana de barro. Con la instalación del césped artificial en el campo de fútbol de la barriada de la Navidad de Huelva, perteneciente al CD Cristo Pobre, se pone fin a la vida útil de los campos de tierra en la capital. Al menos funcionales. En la provincia, cada vez son más los pueblos que se han adaptado a los nuevos tiempos y esta temporada ha sido la primera en la que no se ha jugado un partido de competición oficial sobre la tierra.

Para la Federación Onubense de Fútbol supone un gran paso. Allí respiran aliviados, conscientes de que avanzar hacia la superficie de césped era algo necesario y casi que obligatorio. Hay municipios en la Sierra donde todavía aguanta el albero, pero las dificultades de salir a competir han hecho que el fútbol vuelva a pasar de largo por Campofrío o Encinasola. En Corrales, donde a duras penas se mantiene en pie el campo de fútbol más antiguo de la provincia, se está tratando de adecentar un escenario que es santo y seña de Aljaraque.

Ya no se volverán a formar auténticos lodazales de barro cuando llueva, los míticos balones 'Mikasa' se quedarán guardados para siempre en los cuartillos de materiales y se perderán auténticas estampas que recuerdan a un fútbol más añejo. De otro tiempo. O de toda la vida.

Un fútbol en el que se han forjado miles de jugadores por toda la provincia. Algunos, caso de Rubén Gálvez, Juanma o Bonaque, han llegado a formar parte del primer equipo del Recreativo de Huelva. Pero por el albero de la capital no solo han pasado futbolistas locales. También de provincias vecinas, que han formado a futbolistas de élite a base de esguinces de tobillo, raspones en todo el cuerpo y consecuencias propias de la superficie.

"Te cunde mucho jugar en albero. La prueba de ello es que nosotros en el Funcadia hemos visto pasar a futbolistas internacionales. Incluso un campeón de Europa. Fabián vino con el Betis, Alfonso Pedraza que está en el Villarreal vino con el Séneca...", cuenta a este periódico Javier Pancho, uno de los artífices de la Escuela de Fútbol Romero Pancho que tantos y tantos años ha dado guerra en las categorías inferiores durante las últimas décadas.

El polvo se levanta en el Funcadia.
El polvo se levanta en el Funcadia. / Sambell

Aunque el también conocido como Huelva Atlético cesó su actividad competitiva en 2018, el Funcadia se mantiene como campo de entrenamiento pese a las dificultades. La iluminación brilla por su ausencia y las porterías se encuentran en mal estado. Lugares como el psiquiátrico o el seminario pasaron a mejor vida. Allí solo queda el recuerdo de cuantos niños se formaron y compitieron durante cientos y cientos de fines de semana.

"Lo que sí se pierde es que el futbolista se vuelve más sibarita. Antes el jugador era más duro, sabía a lo que se tenía que enfrentar cuando iba a un campo de albero. Nos acordamos todos de los 'Mikasa' de toda la vida, se llenaban de agua y de barro por dentro de la válvula y si te daban un pelotazo a primera hora de la mañana no se te quitaba hasta la noche", rememora Pancho entre risas.

Por ello, los entrenamientos no estaban adaptados al campo, sino a la mejora del jugador. "Tú los ejercicios técnicos los tienes que hacer igual, lo que pasa que evidentemente lo que se hace muchas veces no sale a la perfección. Había que hacer las acciones mucho más repetitivas. En césped las acciones salen mucho más fácil. El golpeo es mejor, el balón no está en movimiento...".

Un jugador del Recreativo juvenil lucha un balón junto a otro del Santa Marta.
Un jugador del Recreativo juvenil lucha un balón junto a otro del Santa Marta. / Canterla

Sí que hay un aspecto del juego que destaca sobre los demás. La contundencia defensiva. Jugar en un campo de tierra se convertía en una auténtica batalla de gladiadores donde en muchas ocasiones no ganaba el que más se lo merecía, sino el que más acertado estaba en las dos áreas.

"A balón parado defensivamente tenías que estar muy concentrado, defendías con más interés, prestabas más atención, el despeje los futbolistas que tenían mejor golpeo de balón salían ganando porque el balón era difícil desplazarlo. Para puntuar en los campos de albero, como defensivamente no estuvieras acertado, tenías que hacer cuatro goles para ganar el partido", narra.

Un deseo cumplido

La llegada del césped artificial a la barriada de la Navidad cumple un deseo muy perseguido por parte de los niños y niñas de la zona, el CD Cristo Pobre y en especial su presidente, Manuel Luna, quien ha luchado contra viento y marea para lo que durante años haya sido una aspiración sea una realidad a principios de 2026.

Además de los perjuicios de la tierra a nivel físico y técnico, incidía directamente en el día a día del club y su margen de maniobra de cara a empezar una temporada. "Como no tenemos césped, no vienen los críos. Nosotros tenemos que esperar que todos los equipos se monten para que nosotros podamos montarlos. Hay veces que tenemos que hacer los equipos corriendo y la Federación incluso nos llama porque los niños no aparecen", explicaba Luna a este diario justo hace un año.

A partir de enero eso ya no será un problema. El barrio podrá disfrutar de un césped de última generación, con la adquisición de equipamiento deportivo como porterías de fútbol 11 y fútbol 7, marcajes de campos, banquillos de jugadores, y redes de protección de balones, entre otros. Todo un lujo para un fútbol onubense que va dejando el pasado atrás para mirar con optimismo a las nuevas generaciones del futuro.

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