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El Rocío, en el Olimpo de Londres

  • La coreógrafa y bailaora onubense Flora Albaicín inculcó el sentimiento rociero a las nadadoras Carbonell y Fuentes.

Nuestras sirenas Andrea Fuentes y Ona Carbonell lograron ayer en Londres para España la medalla de plata en la modalidad de dúo de natación sincronizada. Más de 40 millones de espectadores en todo el mundo vieron su éxito por televisión e igualmente en las preliminares se deleitaron con el ejercicio Zapateao Flamenco que encumbra al podio a nuestro arte más autóctono. 

Parte de ese éxito es fruto de una bailaora de raíces y solera onubense como Flora Albaicín, quien ha logrado diseñar una excelsa coreografía donde su zapateao es, posiblemente, uno de los ejercicios y puesta en escena más recordados por el público británico gracias a la originalidad y fuerza de su propuesta. Se ha quedado en su casa del Rocío para transmitir a las chicas de plata su "energía almonteña". Se confiesa devota de la Virgen; dice que "me ha ayudado a superar los momentos más difíciles".

Desde el preolímpico se constató que las rusas Natalia Ischenko y Svetlana Romashina volvían a partir como claras favoritas, algo que refrendaron con la modalidad técnica y libre. Sin embargo, no cabe olvidar que hablamos de un deporte donde las décimas se dirimen en algo tan arbitrario como la opinión de unos jueces que no pueden medir con criterios tangibles más que la conjunción de dos cuerpos que se han de mover como uno sólo. Y es este campo donde entraba en escena la parte interpretativa, el embrujo. Flamenco en estado puro, donde el tablao se hundía para emerger desde el agua a golpe de zapateao. 

La artista flamenca reconoce que desde un punto de vista técnico las rusas son "perfectas en todo lo referente a la ejecución de los ejercicios", aunque "no transmiten ni interpretan como lo hacen las nuestras" y como refrendó el publico en Londres. Sin embargo, España no lo tuvo fácil. Ganó por tres décimas la medalla y superó a golpe de tango a las chinas Huan y Liu, quienes fueron por delante antes de la actuación final, aunque para Flora desde un principio "la diferencia con las nuestras fue abismal".

Pero más allá del valor del metal que se han colgado nuestras sirenas, en el eco de estos juegos se mantendrá a flote el flamenco, quedando para la posteridad sus posibilidades de plegarse como un guante a cualquier disciplina deportiva que atesore reminiscencias artísticas. Albaicín no cree que este éxito sea un espaldarazo definitivo al flamenco, si bien considera que "será una simiente que contribuye a demostrar al mundo la fuerza y el señorío" de nuestro arte.

Los profanos que desconocen la natación sincronizada jamás podrían imaginarse que un ejercicio que no alcanza más que unos pocos minutos de duración requiera dos años de esfuerzos, de sacrificio y de aprendizaje. Fuentes y Carbonell se han instruido en el arte flamenco. Nos lo revela la bailaora, que ha tenido año y medio a las atletas aprendiendo el zapateao en seco, la soleá y la seguirylla en su escuela en Barcelona. "Trabajaban cada semana de dos a cuatro horas, no más por la dificultad de cuadrar unas agendas en las que pasan entre ocho y diez horas diarias en la piscina en el Centro de Alto Rendimiento", detalla Albaicín.

En la ecuación artística también ha tenido como protagonista principal a la entrenadora de natación sincronizada Ana Tarres, que coincidió con la bailaora en un spot publicitario que ya barruntaba y definía el rumbo para encajar el flamenco con la danza acuática, como algunos catalogan, no sin razón, la natación sincronizada.

La coreógrafa destaca que la entrenadora fue enormemente valiente a la hora de realizar una apuesta arriesgada y personal por esos "sonidos negros del flamenco, golpes duros al compás de la soleá y la seguiriya". En este sentido, matiza, "lo fácil hubiera sido optar por sonidos como la guitarra española o el cante que, en un principio, puede llegar a más público".

Pero este desafío ha siso una retroalimentación de conocimientos tanto para las chicas, que han ganado capacidad interpretativa y de transmitir sentimientos, como para la bailaora, en tanto en cuanto "me han enseñado el grado de perfección que requiere este deporte, en el que las cámaras captan los movimientos en fracciones de segundo que te permiten corregir la posición exacta de las manos, lo que me ha servido para estudiarme más específicamente". 

 En todo este proceso lo más difícil ha sido trasladar los ejercicios en seco y la técnica del zapateao al agua, lo que ha obligado a trabajar codo con codo con el técnico de biomecánica y la entrenadora. Sin embargo, el resultado no ha podido ser más fructífero y la bailaora atribuye el éxito a que las chicas hayan sabido "interiorizar el flamenco, ya que a través de él pueden sacar sus sentimientos más verdaderos" Precisamente donde más énfasis se puso fue a la hora de que no sólo bailasen bien la pieza, si no que fuesen capaces transmitir la fuerza que tiene el flamenco y que la interpretación estuviera acorde a la conjunción con la compañera. Otro punto importante fue adaptar la coreografía a la necesidad de remar de las sirenas para mantenerse a flote, lo que indudablemente redunda en un aumento de la dificultad.

Quizás por ello, Albaicín no se vea ejecutando estos ejercicios sobre la piscina, si bien afirma que tanto Ona como Andrea serían excelentes bailaoras e incluso "me preguntaban durante las clases sí podrían dedicarse al flamenco cuando abandonasen sus carreras como gimnastas, a lo que le respondía que sin duda. Tienen madera", sentencia la artista.

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