El 'Rayo' ilumina Río

Bolt encandila al público con su enésima demostración de superioridad y repite por tercera vez como rey de la velocidad Nadie había ganado tres oros consecutivos en los 100 metros

Ignacio Naya (Dpa) Río

16 de agosto 2016 - 05:02

Usain Bolt logró la triple corona olímpica en los 100 metros lisos al imponerse con 9,81 segundos en la prueba reina de la velocidad en Río de Janeiro, con lo que suma otro oro a los que ya se colgó en Pekín 2008 y Londres 2012.

La plata fue para el estadounidense Justin Gatlin (9,89). El bronce, para el canadiense Andre de Grasse (9,91).

Bolt, inalcanzable en los 50 metros finales, sumó así el primero de los tres oros que pretende ganar en Río, donde busca repetir el triplete en el sprint (100, 200 y 4x100 metros) que ya consiguió en sus últimos dos Juegos. Una gesta sin precedentes.

Cuando a las 22:25 (hora local) los ocho velocistas más rápidos del mundo se agacharon sobre la línea de salida, el tiempo se detuvo unos instantes, lo justo para tomar impulso.

El disparo rompió el silencio y el estruendo de miles de gargantas tratando de empujar desde la grada debió escucharse en todo Río de Janeiro, donde la suave noche del invierno carioca se electrizó durante nueve segundos para la historia olímpica.

El jamaicano fue el segundo más lento en levantarse. Eso es algo que ni los años de entrenamiento han podido corregir. Pero no importa, porque cuando lo 1,96 metros de altura del Rayo se ponen a máxima velocidad todos los demás, sean quienes sean, se quedan atrás.

Así le ocurrió a Gatlin, que había liderado la prueba durante 70 metros. Atrás quedó también el recuerdo de la lesión que hace algo más de un mes tuvo en vilo al hombre más rápido del planeta.

"¡Bolt, Bolt, Bolt!" El show postvictoria había comenzado. Los gestos son conocidos por todos, pero no por repetidos dejan de entusiasmar a un público entregado a la figura del caribeño.

"Soy un sprinter, pero también un entertainer", aseguró el jamaicano antes debutar en Río. No hay duda de que sabe cómo divertir. Pero sobre todo, sabe cómo correr. En las semifinales avisó ya con un tiempo intimidante: 9,86 segundos. Hasta ese momento, su mejor marca personal del año.

Una hora y media más tarde, nadie pudo con él. Igual que nadie pudo en las citas importantes de los últimos ocho años, desde que el talento del jamaicano explotó en el Nido de Pájaro de Pekín para lograr su primer oro olímpico con récord mundial incluido.

Un año después lo dejaría en 9,58 segundos, una marca de otro tiempo que se antoja hoy demasiado lejana para cualquier ser humano. Pero el tiempo no le importaba en esta ocasión a Bolt, que sueña con culminar su obra con otros tres oros, al igual que hizo en 2008 y 2012.

A eso hay que añadir otros 11 títulos mundiales en las pruebas de velocidad. La única gran carrera que se le escapó en dos ciclos olímpicos fue la de los 100 metros del Mundial de Daegu 2011. No obstante, conviene puntualizar que aquel punto negro en su historial se debió a una descalificación que sufrió por hacer una salida nula.

Quizá sigan ahí. Pero hasta ahora no hubo ni rastro de los problemas en los isquiotibiales que lo obligaron a parar durante varios días apenas un mes antes del comienzo de los Juegos.

A sus 34 años, Gatlin, que llegaba con mejor marca que su rival a tierras brasileñas, perdió quizá su última oportunidad de derrotar a Bolt. Para mayor desazón, el estadounidense, a quien sus dos sanciones por dopaje perseguirán siempre, fue abucheado con insistencia cada vez que su rostro apareció en las gigantescas pantallas que se diseminaban por el estadio.

"Trabajamos 365 días al año para estar aquí nueve segundos. Competir con estos chicos a mi edad y ganar la plata sienta muy bien", declaró, no obstante, el norteamericano, que cayó al igual que hizo en Londres 2012 y en los Mundiales de 2013 y 2015. El influjo del campeón es demasiado fuerte para sus rivales.

Gatlin, el malo de la película, tuvo que contentarse con ser el medallista olímpico de más edad en esta prueba. Porque a nadie extrañó que Bolt venciera con tanta facilidad. Ocho centésimas en 100 metros son muchas. El año pasado, en los Mundiales de Pekín, sólo 13 milésimas los separó en la meta, también a favor del macho alfa.

Tampoco Yohan Blake, compañero de entrenamientos y cuarto clasificado en la final, ni el joven De Grasse consiguieron derribar el mito de Bolt, que el último día de los Juegos cumplirá 30 años y lleva camino de conseguir lo que se propuso.

"Quiero ser para el atletismo lo que Mohamed Ali fue para el boxeo. Quiero dejar como recuerdo algo extraordinario. Las personas tendrán que hablar con veneración sobre mí". Ése fue su discurso, a medio camino entre la ambición y la soberbia que acompaña a toda estrella, que pronunció en repetidas ocasiones antes de emprender el viaje rumbo a Río de Janeiro. Cumplir sus propósitos parece que será cuestión de unos pocos días.

Entre tanto, Bolt puede presumir también de ser el único responsable de que, por primera vez en tres días de competiciones de atletismo, el estadio olímpico regístrase un lleno con 56.000 espectadores.

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