Fútbol | Tercera RFEF

El Cartaya mide altura con el Cabecense y la cita es una final en toda regla ante el penúltimo

  • Los rojinegros, a un punto de los puestos de descenso, no podrán contar con Lolo y Novoa, sancionados (domingo, 16:30); vuelve Wocjik. Ni tan siquiera el empate le vale a los locales

El Cartaya vuelve a casa para jugar un partido de peso ante un rival directo.

El Cartaya vuelve a casa para jugar un partido de peso ante un rival directo. / Josué Correa

Si algo le deja al Cartaya estas nueve jornadas disputadas es que se le acaban las disculpas. Hay concienciación global de que el objetivo del equipo es la permanencia. Por costado no hay duda alguna. Luego cuando uno asume su rol, es consciente, de paso, que tiene que competir al lado del sufrimiento, porque en pocos partidos partirá como favorito. Pero eso es una cosa y lo que está pasando otra bien distinta. Porque hasta el momento, salvo en contadas ocasiones y casi siempre a tiempo parcial, ha conseguido el objetivo. Y salvo al Rota y al Conil, no le ha rascado puntos a rivales en teoría directos por la salvación. Puente Genil, Antoniano, Pozoblanco y ante Los Barrios solo sumó un empate en casa. Visto así, la preocupación ya se instala en el tuétano del club, sobre todo porque el equipo no acaba de definir su personalidad, sobre todo en los partidos lejos de casa. Y, además, dejando un tufo importante con respecto a la resistencia, ya que en las segundas partes se ha caído.

El equipo arrastra un problema básico en la concepción del fútbol. Cuando saltas a un terreno de juego, debes ser consciente de que el rival se puede adelantar en el marcador y eso no tiene porqué ser definitorio. Pues bien. Hasta ahora, incluso adelantándose en el marcador, se ha tomado un gol en contra como una sentencia, y no como un accidente natural del fútbol.

El caso es que comparece de nuevo en casa (domingo, 16:30, Luis Rodríguez Salvador) y viene el Cabecense, otro de los de su liga, con cinco puntos en su haber y penúltimo clasificado. Como ven, es una buena oportunidad para emerger, para venirse arriba, para dar un respingo y ponerse al día con la tranquilidad y el sosiego, ya que eso no fue posible en Pozoblanco.

Es la primera final en toda regla del año. Primero porque perder tendría, seguramente, consecuencias. Y segundo porque a la semana siguiente descansa y después tendría al Córdoba a domicilio y al Recre en casa. Está mal pensar en varios escalones tratándose de fútbol, pero así es la vida para el Cartaya en estos momentos, exigente y sin tregua, porque hasta el momento, si no ha caído a puestos de descenso ha sido más por deméritos de los rivales que por logros propios.

Wocjik fue baja en Pozoblanco por un problema muscular y se espera en el once para la final de este domingo a las cuatro y media. El otro día marcó Manuel, un defensa, luego la presencia del polaco se antoja fundamental para poder pensar en un triunfo. Sin él, el Cartaya pierde la pólvora y la confianza en la victoria. Es así de simple, porque la segunda línea, hasta ahora, en el aspecto goleador, es encefalograma plano.

Otro de los motivos a mejorar es la aportación del banquillo. El otro día en el Valle de los Pedroches, el Pozoblanco hizo tres cambios y fue la revolución y el Cartaya hizo otros tantos y fue el entierro definitivo. Cierto es que para entonces, el resto eran fantasmas por el partido.

Lolo y Novoa serán bajas por sanción y por consiguiente habrá cambios de forma forzosa. Así, la alineación podría ser la formada por Adrián, Manuel, Joao Lobo, Franci Ruiz, Carlos Martínez, Cerpa, Miguel Fernández, Pepe Cárdenas, José Díaz, Miguelito y Wocjik.

El que no vea  la realidad y la necesidad imperiosa de ganar se instalaría en el absurdo. Es la cita. Con mayúsculas. Luego vendrán otras batallas de adjetivos similares. Pero como manda lo inmediato. Y el enemigo público número uno del Cartaya es él mismo y luego está el Cabecense. Es noviembre, y algunos pensarán que exageramos cuando decimos que es una final. Que cada cual se lo tome como quiera. Pero que a nadie se le ocurra estornudar. Porque la pulmonía llamaría a la puerta.

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