La Palma quiere poner punto y final a su prolongada depresión en Conil, ante un rival que también se la juega
Ganar allí es casi sentenciar la permanencia; si pierde, le tocará rezar
Preocupa que el equipo se caiga con un simple golpe de aire
Fiesta para el Cartaya tras lograr una permanencia que sabe a gloria
Apuntan algunos, los menos optimistas, que si La Palma se acaba salvando será por deméritos de los demás, no por los logros propios. Otros, sin embargo, no pierden la fe en la resurrección, a pesar de que el equipo está bajo mínimos, casi con la respiración asistida. El caso es que la situación se ha complicado hasta el extremo de que nadie la esperaba, por lo que la novedad pilla a contrapié, con todo lo que ello supone. Hay equipos en la mentalidad de que el sufrimiento les acompañará hasta el último aliento, y eso les permite saber moverse en el sufrimiento. La Palma, no. Y ahí se posa toda la preocupación. En que el equipo sea capaz de asimilar la realidad, la dura realidad, a un milímetro del drama.
Visita el Municipal de Conil y eso es como ir de excursión al mismísimo infierno. Que la gente de Conil entienda bien la expresión. Apuntamos la comparativa porque ellos, con 34 puntos, se la juegan en la misma dimensión que La Palma, ni más ni menos. Por eso se espera hostilidad (también bien entendida) porque ganar para ellos es la vida misma. Luego no habrá cuartel. Desde el calentamiento y hasta que pite el colegiado el final del pleito.
La derrota ante el Cartaya dolió en las entrañas. El equipo venía tocado de Las Cabezas y los de Limón le dieron el estoque. Se le notó a Nacho Molina en la rueda de prensa posterior a la debacle. A veces es mejor no entrenar y marcharse de ocio. En situaciones así, el sobre exceso de información es nocivo para la salud de las mentes. Sobre todo cuando por las cabezas de los implicados pasan mil situaciones y ninguna de ellas prestas para la satisfacción.
Hay futbolistas a los que la situación les está superando. Incluidos algunos veteranos, que deberían ser el faro de los demás y tienen los plomos en el suelo. Restan dos jornadas y dejarlo todo para la última o a capricho del azar sería altamente peligroso. La Palma, en todo lo que va de temporada, en ningún momento ha estado en puestos de descenso. Y no sería la primera vez que le ocurre algo así, que caiga al final, en el abismo. Revertir la situación. Esa es la consigna, la única. Para ello, hace falta valentía y fe. No caerse con el primer conato de aire en contra. Porque La Palma no solo da la impresión de que le ha abandonado lo físico, que seguramente no sea real. Es su cabeza, esa que no carbura. Y sin las neuronas en estado ideal de revista, es imposible.
Las Cabezas y Cartaya, donde estaba puesta la lupa para solventar la situación, ya son historia y la historia no vuelve. Hay que tenerla en cuenta para no repetirla porque la experiencia fue amarga. Conil, Conil, Conil y mil veces Conil. Valentía y entereza. Es fácil decirlo. Pero es la primera premisa para que la plantilla se conciencie de que le va la vida en tierras gaditanas.
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