"Fernando, qué cosas más raras dices"

Carolina Marín y Rivas llevan más de una década juntos, siendo el técnico clave en los éxitos

Fernando Rivas abraza a Carolina tras un partido en Río de Janeiro.
Olga Martín (Efe) Río De Janeiro

22 de agosto 2016 - 05:02

Llevan más de una década juntos. Tienen una relación especial, diferente, quizá inclasificable. La de un entrenador y un deportista que pasan más tiempo juntos del que cada uno está con su familia. Pero a pesar de eso, Fernando Rivas todavía sorprende a veces a Carolina Marín

Dice él que cuando se rompe una raqueta en un entrenamiento no la deja parar para cambiarla y la hace seguir hasta que se acabe la serie. "Al principio Carolina me decía, qué cosas más raras dices Fernando...". "Pero si se te rompe en el partido tienes que jugar con la raqueta rota hasta que se acabe el punto. En el Mundial de 2014, en un punto al final del partido, a ella se le rompió y metió el punto. Nuestro día a día es prepararnos para las adversidades".

Así es Rivas. Metódico, calculador, perfeccionista, previsor, exigente, estudioso, seguro. Alguien capaz de dedicar horas y horas para revisar al milímetro sus partidos y los de sus rivales y diseñar la forma de enfrentarse a ellas. El alter ego de Carolina con quien la onubense ha roto esquemas y barreras como la de superar a Asia, infranqueables hasta ahora en un deporte como el bádminton.

Un técnico enamorado de su trabajo que descubrió este deporte con 11 años por casualidad y que después de ser jugador -"no muy brillante", dice él mismo- no encontró su sitio hasta que empezó a hacer cursos de entrenador.

Suele referirse a esto para explicar que desde pequeño tuvo "la ilusión de estudiar INEF y ser profesor de educación física", pero su mentor, Aurelio Ureña, le decía que "no encontraba la motivación" en los primeros años de carrera.

También con sonrisa y carcajada recuerda un encuentro casual hace meses en Granada, su ciudad natal, con un amigo con el que jugaba dobles a los 18 años, que le recordó cómo le contestó cuando él le dijo que quería ser entrenador profesional de bádminton.

"Tú lo que eres es gilipollas. Lo que tienes que hacer es estudiar, ser profesor de educación física y dejarte de tonterías", le respondió su amigo entonces antes de decirle hace poco "menos mal que no me hiciste caso".

No se lo hizo en absoluto. Después de estudiar en España se marchó a Inglaterra, Francia, Alemania y Holanda para seguir estudiando, antes de volver y empezar en 2004 a trabajar para la Federación Española. Ahí empezó a tener noticia de Carolina, cuando ella tenía 11 o 12 años. Le hablaban de "su mal carácter y de sus rabietas". Después la vio jugar en un campeonato de España sub-15 con la madrileña Bea Corrales y lo tuvo claro, aunque ella no destacaba por jugar bien, ni por desplazarse, ni por golpear. Pero vio un diamante por pulir y desde entonces no deja de hacerlo.

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