Érase en un país lejano...

Fútbol - Reportaje

El documento fundacional de la Copa del Mundo se redactó en el Congreso de la FIFA del 18 de mayo de 1929 en Barcelona: se eligió a Uruguay como sede del torneo inaugural a disputar el año siguiente

1. Prolegómenos de la final del primer Mundial entre Uruguay y Argentina. 2.  A bordo del Conde Verde llegaron las selecciones de Yugoslavia, Bélgica, Francia y Rumania, más Brasil, que se sumó en Río. 3. Uruguay celebra el título. 4. Formación inicial de la primera campeona del mundo.
1. Prolegómenos de la final del primer Mundial entre Uruguay y Argentina. 2. A bordo del Conde Verde llegaron las selecciones de Yugoslavia, Bélgica, Francia y Rumania, más Brasil, que se sumó en Río. 3. Uruguay celebra el título. 4. Formación inicial de la primera campeona del mundo.
Daniel F. Álvarez Espinosa

10 de julio 2008 - 05:02

El Mundial de fútbol, el mayor acontecimiento del deporte después de los Juegos Olímpicos, goza actualmente de una salud envidiable en cuanto a difusión mediática y popularidad. Muy pocos lo hubieran imaginado hace un siglo, contemplando el nacimiento tan difícil y laborioso que sostuvo.

Desde los tiempos de su fundación, en 1904, la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación) se propuso como objetivo organizar un campeonato del mundo con selecciones nacionales. Así consta en sus primeros estatutos, donde aparece un artículo especificando la obligación de que todos los países afiliados se midan en un torneo internacional. Las largas distancias a recorrer, las condiciones de transporte desfavorables y los costes económicos constituían los principales obstáculos para hacer realidad el sueño. Además, la FIFA no era todavía una institución fuerte y, con el COI (Comité Olímpico Internacional), dispusieron que el fútbol participara como una de las disciplinas a partir de la cita de Londres en 1906. De esta manera, el torneo de fútbol de los Juegos Olímpicos era reconocido oficialmente por la FIFA como el campeonato mundial.

Después de los Juegos de París (1924) y Ámsterdam (1928), y debido al lucro creciente, se intensificaron los debates relativos a la cuestión del amateurismo. Los menos puristas chocaban con las exigencias del COI. A su vez, desde la FIFA se apuntó que el fútbol de los Juegos ya no representaba a lo mejor de cada país. La solución a las divergencias fue crear una competición alternativa, bajo el manto exclusivo de la FIFA, en la cual se enfrentaran las mejores selecciones nacionales sin importar el estatus de los jugadores (amateurs o profesionales). Se disputaría cada cuatro años, con un sistema de grupos y la presencia de equipos extra-europeos. La decisión coincidió con el anuncio de cuatro potencias futbolísticas del momento (Austria, Checoslovaquia, Hungría e Italia) para crear un torneo internacional, siguiendo el modelo de América Latina (la añeja Copa América). Se instalaba ya la tendencia de la FIFA de tomar el control de la organización del fútbol a nivel mundial.

Un factor decisivo en el curso de esta historia fue la elección como presidente de la FIFA de Jules Rimet. Nadie puso tanto empeño como este francés para que saliera adelante el proyecto de un campeonato del mundo (era lógico, y un homenaje, que el trofeo llevara su nombre a partir de 1946). Con el argumento de fortalecer los ideales de paz, permanente y verdadera, Rimet propuso organizar el primer torneo: "De todos los deportes, y quizás de todas las actividades humanas, el fútbol es, hoy en día, el mejor instrumento para el entendimiento internacional".

El documento fundacional de la Copa del Mundo se redactó, precisamente, en nuestro país. Fue en el Congreso de la FIFA celebrado el 18 de Mayo de 1929 en Barcelona, bajo la presidencia del rey Alfonso XIII, cuando se eligió a Uruguay como sede del campeonato inicial a disputar el año siguiente. Varios fueron los motivos que inclinaron la balanza a favor de los uruguayos: sus recientes éxitos deportivos (medallas de oro en los dos últimos Juegos Olimpicos), las garantías financieras para hacerse cargo de los gastos (gracias a los numerosos espectadores previstos), la dimensión política del evento (se celebraría en el marco de las festividades del centenario de la independencia de Uruguay) y la necesidad de realizarse fuera de Europa (todavía en proceso de reconstrucción tras las Primera Guerra Mundial).

Pocas federaciones recibieron con entusiasmo enviar sus selecciones a un lugar tan lejano. Los países europeos, en plena crisis económica, declinaron la invitación argumentando que no podían costearse la larga travesía. Sólo cuatro equipos del Viejo Continente decidieron cruzar el Océano Atlántico. Francia, después de la participación de los uruguayos en los Juegos de París, tenía la obligación moral de devolverles la visita. Los rumanos también aceptaron, pero bajo influencia real: el monarca Carol II seleccionó él mismo a los jugadores y dispuso que se les diera permiso en sus empleos. Junto con Bélgica y Yugoslavia, el fútbol europeo quedaba representado por cuatro naciones, aunque ninguna figuraba entre las más destacadas de entonces. Por parte suramericana, además de los anfitriones, se presentaron seis países: Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Brasil, que acudió sin sus jugadores paulistas, quienes prefirieron disputar su Liga pues no consideraban que un Mundial fuera importante. Los Estados Unidos y México elevaron el total a 13 participantes. ¿Qué pasó con nuestra selección? España, medalla de plata en los Juegos de Amberes de 1920, optó por quedarse en casa, objetando la gran distancia del viaje y el perjuicio que sufrirían los clubes al ceder a sus jugadores en pleno campeonato de la naciente Liga Española.

Al primer Mundial de Fútbol, por tanto, no se accedió a través de una fase clasificatoria sino por invitación. Y el sorteo para configurar los diferentes grupos fue realizado una vez que todos los equipos estuvieron en tierra uruguaya, para tener los organizadores la total seguridad de que participarían en el Mundial. El encuentro inaugural de la primera Copa de Mundo fue jugado entre Francia y México. Ganaron los europeos por 2-0 y al francés Laurent le correspondió el honor de ser el autor del primer gol de los Mundiales. La final, disputada el 30 de Julio en Montevideo, en el recién estrenado estadio Centenario, fue la esperada y acogió a los tradicionales rivales del Río de la Plata: Uruguay y Argentina. Como dato anecdótico, reseñar que las dos selecciones exigieron jugar con su propio balón, y el árbitro decidió: el primer tiempo se disputaría con la pelota argentina, mientras que el segundo se haría con la uruguaya. Curiosamente, durante los primeros cuarenta y cinco minutos el equipo argentino se impuso por 2-1. Tras el descanso, el combinado charrúa convirtió 3 goles y se coronaron como los primeros campeones del mundo (4-2). A pesar del boicot europeo, el evento resultó un éxito deportivo. Miles de espectadores asistieron a los partidos. Para los hinchas, las selecciones nacionales habían suplantado a los clubes.

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