"Cruzar la meta de un triatlón es como tener un orgasmo"

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Acaba de 'fugarse' de Alcatraz pero ya tiene nuevos desafíos en su cabeza, como cruzar el desierto marroquí · Es 'Chamba', un deportista nato, un onubense único

Juan Bautista Castilla, con la bandera española en una mano, exhausto tras completar la prueba de Alcatraz.
Juan Bautista Castilla, con la bandera española en una mano, exhausto tras completar la prueba de Alcatraz.

Habla del triatlón en términos físicos, aunque también morales. Como si mantuviese con él una relación simbiótica. Y sufre en su ausencia. Juan Bautista Castilla (Valverde del Camino, 28 años), conocido como Chamba, completó el pasado 5 de junio una prueba durísima, la Fuga de Alcatraz, una ilusión. Y no fue fácil. Para ello tuvo que superar grandes exigencias; entre ellas, correr la media Maratón de Sevilla en menos de una hora y 40 minutos. Compagina tres trabajos (profesor interino en la Onubense, preparador físico en el Betis y director de la piscina de Valverde) para seguir aspirando a completar retos extremos, o sea, para vivir.

-El apodo Chamba me suena a potra, chiripa... nada que ver con usted, un trabajador infatigable, un deportista nato. ¿De dónde viene?

-Tenía un vecino que en vez de Juanma me llamaba Juamba y, como aquí en Valverde se usa mucho la ch, acabó derivando en Chamba. A la larga me enteré de que chamba en México significa trabajo y como, además, siempre he estado estudiando y he sido un fatiga del trabajo... pues se me quedó.

-Otro término: ironman (la prueba más exigente del triatlón) es también el nombre de un superhéroe. Admitirá que algo de héroe hay que tener para escapar de Alcatraz como usted lo hizo.

-(Risas) Bueno, la experiencia fue increíble, jamás la imaginé así. A cada minuto que pasa tu cuerpo está adaptándose a una situación más agresiva. Lo peor fue que tuve que esperar una hora en el barco antes de saltar al agua. Estaba mareado y le decía a mi primo -que le acompañaba-: "o me lanzo ya o vomito". Además, al ir como aficionado, salí muy atrás. Me penalizaron por olvidarme del dorsal en la carrera, aunque pude recuperarlo y seguir. Y acabé el 24º en mi categoría, que está muy bien.

-¿Cómo es nadar más de media hora en agua semicongelada?

-El agua es una pasada. Días antes de la prueba fuimos a probarla, tenía esa incertidumbre. Duramos dos minutos metidos hasta las rodillas y produce un dolor alucinante, como si te estuvieras quemando; te duelen los pies, las articulaciones... Cuando me lancé desde el barco casi no podía respirar. La primera vez que me paré a mirar el reloj llevaba 14 minutos y, cuando levanté la cabeza, no podía creerme lo que me faltaba aún por recorrer... ¡Justo en ese momento vi una foca pasar a toda velocidad!

-¿Y qué le dice una madre a un hijo antes de que éste se disponga a nadar bajo cero y con tiburones?

-A mí siempre me dice: "cuando no puedas más, abandona, cuando no puedas más, abandona" (risas). Sé que lo ha pasado fatal estos últimos 8 meses, pero tengo tantos trabajos y entrenamientos que apenas nos hemos visto y por eso no lo he percibido tanto. Antes de la carrera, a las 4 de la mañana, hablé con mis padres y mi hermana por internet. Siempre me han apoyado mucho.

-Conseguir el dinero para inscribirse y viajar a la Fuga de Alcatraz, ¿fue una aventura aparte?

-Sí, pero he tenido suerte. Estoy muy agradecido a todos los patrocinadores. Y, muy especialmente, al Real Betis, que ha sido el que más dinero ha aportado. Entre todo, sale unos 9.000 euros: la inscripción, el viaje, el alojamiento, el médico, el intermediario... También me han ayudado todos mis sponsors, mi mono estaba lleno de logotipos; menos la Junta de Andalucía y la Federación...

-Un buen día, hace seis años, decide que se dedicará al triatlón. ¿Qué le ha aportado?

-Pues, después de mi familia y mi pareja, el triatlón es lo que más me satisface. No me importa el dinero, yo trabajo para hacer retos de estas características. Cuando llego a meta es como si tuviera un orgasmo, una sensación de placer única... y eso que cada segundo se va sufriendo. Interiormente, me aporta lo que necesita mi organismo. En San Francisco pasé dos días sin entrenar y al tercero tenía fiebre, necesitaba hacerlo.

-Ya sabe también lo que es competir en la reina del Viejo Continente, es decir, en el ironman de Lisboa. ¿Cómo es de duro?

-Llevaba enfermo una semana y en el agua, que es como un laguito artificial dentro del mar, me fue genial. Lo más duro fue la distancia tan larga, ya que son cinco horas. Allí noté la mejoría con la bici. Antes perdía mucho tiempo, era muy lento, pero desde que he dejado el fútbol y me he puesto en serio a esto he mejorado. Me encuentro cómodo. Voy ajustándome biomecánicamente y, además, tengo gente a mi lado que me aconseja bien.

-Tengo entendido que su día a día es como un triatlón. ¿Qué hace para cuidar su físico?

-Lo primero, comer lo más sano posible. Llevo más de ocho meses sin probar un refresco y nada de alcohol, claro. Es imprescindible el descanso, aunque yo lo hago poco. Si tuviese 40 horas al día, las aprovecharía igual. Duermo cuando puedo, en los aparcamientos de la universidad o del campo del Betis, aunque sea un cuarto de hora. Muchos se ríen, pero algo tengo que dormir. No tengo tiempo libre, los ratos muertos son para entrenar. Alterno el gimnasio con la carrera, la bicicleta y, sobre todo, la natación. Hago, por lo menos, dos deportes al día.

-¿Le obsesiona algún desafío?

-No, sólo es que después de hacer la Fuga de Alcatraz hay que buscar desafíos cada vez más difíciles para que me aporten satisfacción. Un ejemplo. Mi ídolo es Josef Ajram, un catalán que un buen día, jugando al pádel, se entera de que sus rivales han hecho un ironman. Se pica y ahora es el campeón del Epic 5, cinco ironmans seguidos en cinco días. Más o menos, de eso se trata. Se empieza casi de la nada pero para seguir creciendo hay que marcarse metas muy ambiciosas.

-He podido leer que su próximo gran reto está considerado como una de las pruebas más duras del atletismo: el Marathon des Sables. ¿En qué consiste?

-Sí, quiero ir con mi compañero de locuras, Javier Montes. Antes tenemos en mente hacer el ironman de Niza. Para el Marathon des Sables estamos aún buscando patrocinadores, ya que sale a unos 6.000 euros por persona. No es un objetivo a corto plazo, sino que primero hay que buscar el dinero, los sponsors. Se trata de un recorrido de unos 400 kilómetros por el desierto marroquí en cinco etapas. Es como un dakar pero andando y corriendo con una mochila a cuestas.

-¿Concibe su vida sin deporte?

-Nunca. A quienes me rodean siempre les digo que, si alguna vez tuviese un accidente o me pasara algo, me obliguen a hacer deporte, aunque yo no fuese consciente. Es mi vida.

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