Fútbol | División de Honor

El Cartaya se lleva un derbi de quilates

  • La pegada de los de Amate tumba a un filial que mereció más

Asuero golpea el cuero ante la oposición de varios rivales del Atlético Onubense.

Asuero golpea el cuero ante la oposición de varios rivales del Atlético Onubense. / Josué Correa (Cartaya)

Fue de tal magnitud el partido que si no hubiera habido resultado nadie lo hubiese echado de menos. Recordando el patio del colegio, el árbitro, que por cierto estuvo a la altura, tendría que haber dicho que el que marque gana. Son ese tipo de partidos que enarbolan banderas sobre el fútbol, que le hace homenaje, y, en esta ocasión, al fútbol onubense. Todo lo que dejó la medición de altura entre el Cartaya y el Atlético Onubense fue para enmarcar, incluidos los errores.

El conjunto de Calle salió al campo como un cohete y se tragó todo lo que encontró a su paso, al Cartaya entero, a base de conceptos asimilados de memoria, valiente en la salida y anticipativo, coordinado, con jugadas de laboratorio que fueron un primor. Así una y otra vez durante los primeros 25 minutos, en los que macó un gol y pudieron ser algunos más. Lo mejor a ese tiempo para el líder fue la carencia de daño interno. A otro cualquiera lo hubiera reventado. Pero el conjunto de Amate está hecho de otra pasta. Apenas se inmuta ante los acosos. Eso sí, lo pasó realmente mal entre otras cosas porque las bandas fueron muy vulnerables y por eso, tanto Manuel como Novoa, sufrieron lo que no está escrito.

El caso es que el filial del Decano se adelantó a los 14 de juego con un primoroso gol de Pablo González, que definió ante Adolfo como solo lo hacen los que sonríen al rematar. Antes, el equipo recreativista había avisado varias veces, sin fortuna o sin puntería, pónganle lo que quieran.

El paso de los minutos atemperó al equipo de Calle, que se sintió tan superior que se alejó de la presión inicial y eso concedió al Cartaya tiempo para poner los pulmones en su sitio. Y, como siempre, los llenó de aire Lolo, que forzó un córner, la puso en la cabeza de Franci Ruiz, que remató al palo y el rechace lo mandó a la red Barrero, que pasaba por allí. Faltan cuatro minutos para el descanso y eso supuso para el Cartaya gloria bendita. De poder ir perdiendo con severidad, pasó a empatar el partido. Madera de líder.

La segunda parte fue diferente en todo. Primero porque el equipo de Amate salió con otro talante, tal cual le ha sucedido en cuatro de los siete partidos que lleva disputados. Comenzó a apretar arriba, el Atlético Onubense ya no acudía a la presión como en el inicio y cuando se deja suelto a Lolo se desata la tormenta. Este chico juega cada partido como si ni hubiera un mañana. Y así, a los 57 de juego, en una de sus arrancadas, provocó el segundo, obra de Japón. Para entonces, el Cartaya volaba y el equipo de Calle buscaba la identidad perdida o fundida. Tres minutos más tarde llegó la justa expulsión de Barrero, que abrió alerones y cazó a un jugador del equipo visitante cuando buscaba afinar el punto de mira para hacerle un retrato.

Quedaban varios mundos y el Atlético Onubense se frotó las manos, pensando que el mundo iba a ser suyo de nuevo. Mientras que eso ocurría, y con los cambios de Calle, que desnudó a su equipo por completo, apareció otra vez Lolo para montar una contra, servir a Tavira y el chico la puso para Japón, que dentro del área es como una especie de depredador sin alma, sin piedad, lo que le ha permitido sumar seis goles en siete partidos.

Tres a uno y vuelta a la adversidad para el filial y a la calma para el Cartaya. No obstante, el partido y lo vivido a ese punto y hora no hubiera hecho justicia a lo anterior si el Atlético Onubense hubiera sacado la bandera blanca. El empeño del equipo de Calle es digno de los mayores elogios, como lo es la resistencia del Cartaya en la adversidad. El caso es que Cárdenas acortó distancias a los 85 de juego y la emoción subió de nuevo de tono, si es que alguna vez se fue. Resistió el equipo de Amate, no pudo el Atlético Onubense a pesar de intentarlo con todo lo que tenía. Y eso, en mi pueblo se llama espectáculo puro.

Agradecimiento pues, a todos los que ilustraron la mañana y homenajearon al fútbol en la más amplia extensión de la frase. La única pena es el partido se acabó.

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