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El Cartaya, a galope tendido a lomos de la moral, visita a un Córdoba B pletórico después de una espectacular reacción

Imagen de un encuentro del Cartaya.

Imagen de un encuentro del Cartaya. / Fran Oliva

El Cartaya vuelve a un lugar que le origina malos recuerdos. Allí, la pasada temporada, firmó uno de los partidos más tristes de su historia reciente, consumando un descenso deportivo que luego arregló el perdón de la Federación por la remodelación llevada a cabo. Además, varios jugadores fueron expulsados y la sensación de impotencia lo invadió todo.

Afortunadamente la situación no se parece en nada a la del pasado reciente. Ahora mismo, el equipo de Limón está en la capacitación de mirar a la cara a cualquiera que se le ponga por delante, incluido el Córdoba B, que corre a galope tendido por las alturas de la tabla, llevando a cabo, en las últimas semanas, una espectacular reacción que le provoca empatar a puntos con el cuarto, lugar que da derecho a soñar con el ascenso.

Los rojinegros comparecen después de llevar a cabo una fulgurante reacción ante el Espeleño, con dos goles de Juanma Galán, el futbolista más en forma de la plantilla. Llega, además, con dos victorias consecutivas y los 24 puntos que ilustran su casillero le eleva la moral al infinito. Destacábamos la implicación de la plantilla a pesar de las dificultades y la mano del entrenador para sostener a la tropa en medio de la tormenta institucional. Eso, en los tiempos que corren, vale más que ganar un título. Luego el cielo se atisba y se pinta, con el permiso de la naturaleza, en rojinegro por completo.

El único temor es que los elogios debiliten la moral de hierro que envuelve al Cartaya. El exceso de almíbar no es conveniente, así que imaginamos que el cuerpo técnico y vacas sagradas del vestuario se encargarán de que, a los que se vengan arriba en banderillas, pongan los pies en el suelo, entre otras razones porque aún no hay nada seguro. Ya saben cómo se las gasta el fútbol. Pasas de villano a héroe o al contrario de un momento para otro.

Limón ha dado con la tecla en lo referente a un once que se identifica solo. Dicen que los equipos que se relatan de memoria son los que al final logran los objetivos. Y el once del Cartaya ya empieza a sonar a estribillo pegadizo.

El filial cordobés es un rival con argumentos para regalar. Son capaces de jugar a mil por hora al mismo tiempo que ralentizando el partido. Su movilidad es abrumadora y ello comporta que la fijación de las marcas no son fáciles de llevar a cabo. Así que nos imaginamos al Cartaya a la espera, controlador, hasta que se abra la grieta por donde colarse. Queda claro que el partido tiene muchas cosas que decir. Y esperemos que el Cartaya tenga la última palabra.

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