La belleza de lo oculto | Crítica

El velo de la realidad

  • Eolas publica 'La belleza de lo oculto', de Daniel V. Villamediana, una divertida y rigurosa exploración de los mundos invisibles que rodean el nuestro, desde Hermes Trismegisto a Conan Doyle, y Madame Blavatsky a Víctor Hugo

El escritor y cineasta vallisoletano Daniel V. Villamediana

El escritor y cineasta vallisoletano Daniel V. Villamediana

La belleza de lo oculto es un breve tratado, no exento de humorismo, sobre las formas que ha adoptado lo invisible en nuestra historia. Dicha indagación, no obstante, se apoya en un fuerte componente autobiográfico, de modo que La belleza de lo oculto es también la historia de una persecución, el relato de una búsqueda, a cuyo fondo se dibuja la infancia del propio autor. Por sí mismo, lo inefable guarda una estrecha relación con la infancia, dada la capacidad infantil para intuir fuerzas vacantes por el mundo que luego se resuelven -en la mayoría de los casos- de modo decepcionante. En el caso de Daniel V. Villamediana, su decepción inicial lo habilitó, sin embargo, para visitar otros mundos no menos quiméricos: la literatura y el cine.

Lobsang Rampa, prestigioso lama tibetano, resultó ser un fontanero inglés que no conocía el Tíbet

Junto al fervor primerizo del autor, nos encontramos, pues, una enumeración ligera y competente de unos mundos fuera del mundo que en los siglos XVIII y XIX adquirirán particular relieve. Pero no solo por fascinantes granujas como Cagliostro y aventureros como Saint Germain, sino por el más allá científico y benefactor que creyeron encontrar hombres instruidos como Conan Doyle y Victor Hugo en el espiritismo. A este respecto, Villamendiana recuerda el aspecto “progresista” que adquirió el espiritismo, ajeno a cualquier iglesia oficial, y el éxito que cosechó entre el anarquismo de entresiglos, y que no anduvo lejos de don Ramón María del Valle-Inclán y del simbolismo europeo. También recuerda Villamediana al astrólogo John Dee, al pintor William Blake, al alquimista Paracelso, al teólogo Swedemborg, a la célebre médium -y probable impostora- madame Blavatsky, al expresionismo de primeros del XX, y a personajes deslumbrantes, entre la imaginatividad y el fraude, como el autor de El tercer ojo, Lobsang Rampa, prestigioso lama tibetano, que resultó ser un fontanero inglés que no conocía el Tíbet.

Naturalmente, Villamediana acude al infortunio de las masas industriales para explicar aquel repunte del espiritismo que se dio entre el XIX y el XX. Y también se acoge a la grave autoridad de Eliade para explicar esta arcana propensión a lo ignoto que sacude al hombre desde el Edén paleolítico, y que Jung presentaría como un baile de arquetipos. Ese mismo baile, pero en la Valladolid de los 80/90, es el que se evoca aquí, entre la erudición y la nostálgica humorada.

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