Manhattan sin salida | Crítica

Buen cine de acción con aire de los 70

Una imagen de la película.

Una imagen de la película. / D. S.

Cine de acción con secuencias muy bien resueltas –desde la inicial del robo a la final que culmina el crescendo de violencia–, una idea de guión con mucha fuerza –el cierre de los 21 puentes de Manhattan para emprender la caza de unos delincuentes como si fueran ratas a las que se les han cegado las salidas– que se concentra en la unidad de acción de una única noche –al amanecer han de abrirse los puentes para que retorne la normalidad– y buenas interpretaciones de actores sólidos pese a su juventud (Chadwick Boseman, importado de éxitos de superhéroes) o gracias a su larga experiencia (el siempre eficaz, ya sea en cine o televisión, J. K. Simmons), entre los que brilla esa excelente actriz que es Sienna Miller.

Estos son los valores de esta apreciable película a los que ha de añadirse lo más importante: la sólida realización del realizador televisivo británico Brian Kirk –que debuta aquí en cine– a quien, más que sus éxitos en series estadounidenses como Broadwalk Empire, hay que agradecerle muy buenas realizaciones televisivas en su Inglaterra natal sobre la tragedia del hijo de Kipling –Mi hijo Jack– o una excelente adaptación de Grandes esperanzas de Dickens. Kirk dosifica con tan escueta precisión los ritmos de su película que a ratos me evocó algunos de los mejores momentos que he pasado en una sala de cine disfrutando sólidas películas de directores hoy casi olvidados, como Pelham 1, 2, 3 de Joseph Sargent (también acción contrarreloj en Nueva York: el secuestro de un metro neoyorquino) u Odessa de Ronald Neame. Este aire de buen cine entretenido de los 70 y la renuncia a las vulgaridades y excesos formales del último cine de acción en beneficio de la concisión son los mayores activos de esta película.

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