Maestro(s) | Crítica

Versión ligera y musical de una comedia ácida y talmúdica

Pierre Arditi, en la película.

Pierre Arditi, en la película. / D. S.

La rivalidad entre dos directores de orquesta padre e hijo, que explota a propósito un equívoco relacionado con la dirección musical de la Scala de Milán, es el centro de esta comedia que es un remake ligero y musical de la excelente y premiada comedia negra Pie de página del realizador, guionista y escritor israelí Joseph Cedar, en la que padre e hijo eran filólogos y el equívoco que los enfrentaba era el premio Israel.

El fundamento ético y vitriólico de la película israelí se pierde en el trasvase francés: si en aquella el tono de comedia negra y cáustica se basada en el abismo ético entre el rigor moral de los textos religiosos que los dos filólogos estudiaban y sus míseros comportamientos personales, aquí, al aligerar el tono y sustituir la fuerza y exigencia del Talmud por la belleza de la música como contraste entre la grandeza de aquello a lo que se dedican y la bajeza de sus comportamientos, se evapora en gran medida lo que hacía la fuerza ética de aquella interesante película. En torno a los dos personajes, sus encuentros y desencuentros, sus egos hinchados y su hambre de reconocimiento por estar al final o al principio de sus carreras se mueve una galería de madres, parejas y ex parejas que actúa como coro del dúo.

Con esta versión amable, ligera y entretenida de la película de Cedar, Bruno Chiche logra su mejor obra hasta el momento desde aquella comedia derivada a melodrama que fue Las hermanas enfadadas (2004). Lo que tampoco es mucho decir si se tiene en cuenta entre aquella y esta ha rodado comedietas como Cariño, yo soy tú. Lo mejor son las interpretaciones del actor (y también director) Yvan Attal como el hijo y de Pierre Arditi como el padre. En mejores plazas ha toreado este gran actor que debutó allá por 1972 interpretando el Pascal de Rossellini y fue uno de los actores favoritos de Alain Resnais. Como sucede con su pareja en la película, aquella Miou Miou que triunfó en 1974 con Les valseuses de Blier y trabajó a las órdenes de Bellocchio, Tanner, Malle, Comencini, Boisset, Losey o Leconte. En fin… "La nostalgie n’ est plus ce qu’ elle etait", como tituló la Signoret sus memorias.

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