El rey ciervo | Crítica

El anime en tiempos del Covid

Una imagen del filme de animación de Ando Masahi y Masayuki Miyaji.

Una imagen del filme de animación de Ando Masahi y Masayuki Miyaji.

El anime japonés sigue demostrando que hay otras estéticas, otros mensajes menos familiares y otros imaginarios más allá de la lingua franca de Disney y Pixar en el mercado de la animación. Universos que no se pliegan necesariamente a lo infantil o al masajeo de la nostalgia generacional para moverse en territorios más clásicos, libres y complejos que, como en el caso de esta desbordante El rey ciervo, fusionan la aventura guerrera en el Japón feudal con la fantasía sobrenatural de trasfondo pacifista-ecologista donde la alianza entre el hombre, el animal y la naturaleza fluye con pasmosa integración fabuladora.

En plena batalla entre el Imperio y la resistencia aldeana comandada por unos lobos asesinos, una enfermedad vírica (¿alguien dijo Covid?) desata el duelo para recomponer el orden perdido liderado por un caballero inmune y una niña salvada de la muerte, protagonistas centrales de este quest paterno-filial con mensaje científico por hermosos y mutantes paisajes dibujados donde el propio lenguaje y el impulso narrativo quiebran siempre las expectativas de cualquier aspirante a guionista de manual.    

Abierta a lo inesperado y lo sorprendente, a la duda constante sobre sus misterios duales, convertidos a veces en un pequeño galimatías, esta cinta creada por dos ex-colaboradores del mítico estudio Ghibli sigue abriendo nuevos senderos plásticos abrazando sin temor su hibridación genérica, en la que resuenan el jidai-geki y el mismísimo western clásico, y haciendo una particular lectura fantástica y épica a estos tiempos de pandemias, control y manipulación, batallas culturales y polarización ideológica.