Blanquita | Crítica

A la justicia por la mentira

Laura López es Blanquita en el filme de Guzzoni.

Laura López es Blanquita en el filme de Guzzoni.

En la estela del camino abierto por Pablo Larraín, el nuevo cine chileno sigue ahondando en la herida abierta de su pasado reciente, a saber, en el periodo de la dictadura militar y sus abusos y crímenes cuyas consecuencias y secuelas siguen en muchos casos aún vigentes.

Ganadora del Colón de Oro en el pasado Festival de Huelva, Blanquita parte de los hechos reales para recordarnos aquellos episodios de la infamia transmutados en la piel de un sórdido caso de pederastia, secuestro de menores y corrupción ocurrido en 2005 en el que se vieron envueltos empresarios y altos cargos políticos. En su epicentro, el cura que dirige un hogar de acogida y la joven madre que asume el rol de víctima propiciatoria para ayudar a un compañero discapacitado y, por tanto, inútil a los efectos de un proceso judicial, libran la batalla por la justicia contra todos los obstáculos, intentos de chantaje y amenazas, también las de la propia iglesia, que se interponen en su camino.

Fernando Guzzoni (Carne de perro, Jesús) ensancha la pantalla, rebaja las tonalidades, elude lo explícito y se distancia del relato para trazar la crónica implacable y seca de unos acontecimientos abocados al fracaso aunque sostenidos por el convencimiento, la verdad y la valentía. Así, Blanquita camina firme sin apenas psicología por el proceso para dibujar un panorama entre fantasmal y fatalista sobre los mecanismos del poder y la impunidad que siguen manejando los hilos de la política y no dejan resquicios para que se saneen los cimientos de un sistema podrido.

En ese panorama, el gesto determinado y fiero de nuestra protagonista (Laura López), también el de un cura fuera del redil de la obediencia y la jerarquía (Alejandro Goic), emergen como héroes morales y sacrificiales de una batalla entre la ley y la justicia que tal vez haya necesitado de cierto maniqueísmo y simplificación en el frente contrario para que el espectador se posicione siempre del lado correcto.