Saborear la tradición, dulcifica el espíritu
Pestiños, mantecados, roscos de vino…el sabor de los pueblos onubenses que recuerdan a la navidad y a las abuelas
La Navidad en Huelva huele a candela, canela y ajonjolí. Lejos de los lineales del supermercado, los dulces de pueblo mantienen vivas recetas que sobreviven generación tras generación, definiendo la identidad gastronómica de cada comarca onubense.
En la Sierra de Aracena, el rey indiscutible es el mantecado. Elaborado con la mejor manteca de cerdo ibérico, harina tostada y azúcar, ha sabido evolucionar incorporando tesoros locales como la castaña, a veces bañada en chocolate. Junto a ellos, reinan los roscos fritos serranos. Estas esponjosas rosquillas de huevo y limón, fritas y rebozadas en azúcar y canela, son un imprescindibles en las tardes de invierno.
Bajando a la Campiña, la tradición se fríe en buen aceite de oliva. Los pestiños, finas láminas de masa aromatizadas con matalauva y ajonjolí, se bañan en miel caliente para lograr ese crujido inconfundible y meloso que nos recuerda a la abuela. La mesa se completa con los clásicos roscos de vino, densos y fragantes gracias a los caldos del Condado, y las tradicionales tortas de Pascua.
Estos bocados no son solo postres. Son memoria, son las manos y el legado de abuelas onubenses que, entre harinas y almíbares, nos regalan el verdadero sabor de la Navidad de nuestra tierra.
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