Aitor, el joven motociclista sanjuanero que necesita apoyo empresarial

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Aitor tiene un talento inusual para el motociclismo, su familia lucha cada fin de semana por mantener vivo un sueño que avanza más rápido que los recursos de los que disponen

“Todo lo que hace lo saca de dentro, de ese talento que desborda cada vez que se sube a la moto”
“Todo lo que hace lo saca de dentro, de ese talento que desborda cada vez que se sube a la moto”

16 de mayo 2025 - 06:00

Aitor no supera los 14 años, pero ya ha recorrido más kilómetros en moto que muchos adultos en coche. En los circuitos de Andalucía y del resto de España, este joven piloto sanjuanero brilla con fuerza propia, pero lo hace a pulmón, sin estructura detrás, sin recursos sobrantes y con el apoyo incondicional de sus padres. Su historia es la de un talento precoz que pide a gritos un empujón, no para enriquecerse, sino para poder seguir soñando sobre dos ruedas.

Su madre, Montemayor Pérez, nos recibe con la calidez de quien lleva una vida entera luchando sin rendirse, aunque por dentro esté agotada. “Su padre es un simple aficionado a las motos”, arranca contando. “Y como ya la carretera no le gustaba mucho, y el niño era un poquito más grandecito, tendría ocho años, le compró una moto de estas pequeñitas para entrar con él en los kartings”. Aquella primera moto cambió la vida de Aitor. “Estaba en un circuito de karting él y su padre. Empezaron a darle vueltecitas y Kike —uno de los presentes— le dijo: ‘Oye, ¿cuánto tiempo lleva este niño montado la moto?’. Y le dijimos: ‘Pues es el primer día’. Y no se lo creía: ‘Este chiquillo parece que lleva toda la vida’”.

A partir de ahí, la cosa fue en serio. Su padre le prometió que si aprobaba el curso, le compraría una moto más grande. Aitor aprobó y comenzó a competir. “Le compró una moto de 110 y lo llevamos al andaluz. Quedó cuarto. Al año siguiente,le compramos otra moto mejor y se proclamó campeón de Andalucía. Sin haber ido a ningún lado. A nada. Solo”.

Sin medios, pero con resultados

Desde ese primer título, Aitor ha seguido creciendo. En 2024, su evolución fue meteórica. “Ganaba en resistencia, probaba motos nuevas y ganaba. Lo metimos en un circuito grande y le ganó a los 31 chiquillos que había”, recuerda Montemayor. Todo esto, sin un entrenador ni una escuela regular. “Es que no lo enseña nadie. Estuvo en una escuela en Sevilla, pero no podemos llevarlo. Su padre trabaja a turnos y económicamente no podemos”.

Aitor corre muchas veces en condiciones muy por debajo del resto. “Va con una moto del 2023 adaptada, no como las de los demás. Muchas veces va con los peores medios”, lamenta Montemayor. Aun así, Aitor sigue sorprendiendo a todo aquel que lo ve. “En el Ricardo Tormo, en Valencia, lo descalificaron en los cronos y lo pusieron el 18º. Y aún así llegó quinto. Allí todos los niños llevan entrenador físico, mecánico, motos nuevas... y él solo con su padre y su madre”.

No obstante, lo que le falta en estructura, le sobra en talento y actitud. Aitor es un niño maduro, sereno, comprometido. “Tiene muy claro que quiere disfrutar. Le encanta luchar en carrera. Él no se presiona. Solo quiere pasarlo bien”, dice su madre. Pero incluso las ganas tienen un límite cuando las condiciones materiales son mínimas. “Lleva tres años con el mismo casco. Un casco bueno vale mil euros. Él lo usa solo para carreras, porque no podemos comprar otro”.

El coste de un sueño

El motociclismo es uno de los deportes más caros del mundo. Y cada céntimo cuenta. “Una entrada a un circuito cuesta 180 euros. Un juego de goma, 300. Más la gasolina, el viaje, dormir fuera... Nos hemos ido a Almería y hemos dormido en lo más barato, 75 euros la noche. Comiendo bocadillos. Salimos de Valencia hasta Huelva con un bocata entre las piernas y siete horas conduciendo”, relata Montemayor.

¿Y cuánto cuesta mantener a un niño como Aitor entrenando de forma regular? “Si lo llevas todo el mes, entre kartings y circuitos grandes, son más de 1.000 euros. Y eso sin contar mecánico. Uno bueno cuesta 300 euros al día”.

“Está llegando lejos porque tiene talento y no se rinde, ni cuando el camino es cuesta arriba”
“Está llegando lejos porque tiene talento y no se rinde, ni cuando el camino es cuesta arriba”

A día de hoy, la familia no tiene patrocinadores estables y eso complica que Aitor pueda seguir desarrollando sus habilidades dentro del circuito. “El primer año que ganó nos dieron 1.000 euros desde Magnon, por Ence. Con eso le compramos un mono bueno. Pero desde entonces, nada más. Yo prefiero que me digan: ‘Toma, te doy unas gomas’, y me las den en la mano. Yo no quiero dinero para mí”. Montemayor lo tiene claro: no busca una ayuda para vivir mejor, sino para que su hijo no tenga que dejar lo que le hace feliz. “Yo no quiero nada. Pero si alguien regala un casco, una goma, un mecánico un día... eso es mucho”.

Un futuro que no puede quedarse en promesa

El contraste entre Aitor y los demás niños con los que compite es muy alto. “Allí van todos ya muy profesionales. Entrenan todos los días. Tienen preparadores físicos. Van con todo. Nosotros no. Aitor entrena uno o dos días al mes como mucho, porque su padre descansa una vez al mes”. Montemayor cuenta todo esto con la emoción contenida. “Aitor es feliz. Yo lo veo. En la grada, cuando corre, se le ve feliz. Si no lo fuera, le diría que lo dejara. Pero no. Lo vive. Lo disfruta. Lo siente”.

La pasión de Aitor es tan grande como su humildad. En casa no se queja, pero hay cosas que duelen. “Me entran ganas de llorar cuando me dice: ‘Mamá, es que a todos los niños le han regalado un casco, ¿por qué a mí no?’ Y yo le digo: ‘Huelva es diferente’. Pero él me dice: ‘Que no es Huelva, mamá...’”. Aitor no quiere lujos. Solo quiere correr. Solo necesita una oportunidad. Una empresa que le regale unas ruedas, un casco, una escuela que le ceda entrenamiento, un mecánico que se ofrezca un fin de semana... “Con eso nos apañamos”, insiste su madre.

Su madre ha abierto un perfil en redes donde publican su evolución como piloto: @aitor_gp_12 en Instagram. Desde allí informan de sus carreras, logros y también necesidades concretas, como equipamiento o transporte. Asimismo, el Ayuntamiento de San Juan del Puerto viene respaldando desde sus comienzos la trayectoria de Aitor bien a través de alguna ayuda puntual económica recibida, otras a través de patrocinadores externos, así como a nivel de difusión de todas y cada una de sus competiciones.

“Yo solo espero que este reportaje sirva para que alguien se fije en él. Porque no busca dinero. Solo una oportunidad”, concluye Montemayor. Aitor es el retrato del talento sin recursos, del esfuerzo sin recompensa todavía, pero con la fe intacta. Un joven que corre con el corazón, con lo justo, pero siempre con la cabeza alta. Y con la esperanza de que algún día, quizás pronto, una empresa o un mecenas decida apostar por él. Porque no es solo que pueda ser campeón. Es que ya lo es.

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