Andalucía

Cosas que nunca te dije

  • Narcotráfico, coca y reproches a la política de austeridad de España se cuelan en la agenda económica planeada por Madrid

Hace veinte años, en la primera cumbre Iberoamericana española, aquella celebrada en Madrid en 1992 con gran boato e ideada por Felipe González como una oportunidad para las empresas españolas que se materializó en el aterrizaje de las multinacionales del 'boom' económico de los 80 -Repsol, Santillana, Endesa- en América, el presidente de Colombia, entonces César Gavira, excusó su presencia. Había ocurrido un hecho trascendental que conmocionó al país. Pablo Escobar, el gran capo de la mafia de la cocaína colombiana, aquel que retrata con maestría Juan Gabriel Vasquez en su novela El ruido de las cosas al caer con sus zoológicos privados y sus obras de caridad, se había escapado de la cárcel. Gavira envió a Madrid a su joven ministro de Comercio Exterior, Juan Manuel Santos. Ayer, Juan Manuel Santos, como presidente de Colombia, tomó la palabra en la Cumbre de Cádiz para hablar de muchas cosas, de la guerrilla de la economía, pero, también, de la cocaína. "Han cambiado las circunstancias, pero los problemas son los mismos", dijo.

Mientras hablaba Santos, en el patio del Palacio de Congresos donde se realizan ruedas de prensa con un sonido mejorable, había una escena digna de cualquiera de las obras maestras del 'boom' literario sudamericano de los 80. Evo Morales comparece con uno de sus bonitos modelos y, al lado, un militar boliviano con la pechera jalonada de chapas se mantiene en posición de firmes al lado de un maletín negro. El presidente de Bolivia, que en el día anterior necesitó lanzar dos penaltis para batir al concejal gaditano Bruno García en el estadio Carranza -posiblemente se hubieran lanzado todos los penaltis que hubiera hecho falta para que Evo Morales marcara un gol en la pachanguita gaditana-, habló de la hoja de coca. Sorprendió su apuesta, pero era la que traía y su argumento parecía razonable. "Hemos reducido un 12% de la superficie de cultivo de coca en nuestro país, más que ningún otro. Nosotros no hemos inventado la cocaína. Se inventó en Europa y se demanda en Estados Unidos y lamentamos que sea un flagelo para la humanidad que nosotros trataremos de reducir. Pero la hoja de coca es medicina, es saludable y siempre ha sido consumida por quienes la cultivan".

Ese elemento inesperado, la hoja de coca, al ser sacado en la mesa en la que Rajoy había hablado de oportunidades y de seguridad jurídica, causó estupor, pese a que ya la representación de Costa Rica y de México habían centrado sus discursos en que el narcotráfico era un problema que necesitaba solidaridad regional, dejando a España y Portugal al margen de lo que realmente les importaba, que consite en contratos y contratos. Rajoy parecía mirar a otro lado cuando la droga, la que mata a tiros a cientos de personas al año en América, aparecía, pero le quedaba lo peor.

Posiblemente, el mejor discurso de los que se escucharon ayer fue el del presidente de Ecuador, Rafael Correa. Y fue un ataque a la línea de flotación de la representación española. Olvidando por completo el tratado de buenas costumbres diplomáticas, Correa disparó contra los desahucio, que afecta a centenares de ecuatorianos que viven en nuestro país. La lógica de Correa fue aplastante y ahora Rajoy ya no sabía qué asesor buscar y el Rey improvisó un bis a bis con García-Margallo. Y es que Correa hablaba de un sinsentido, un sinsentido tan grande como el de las muertes por el negocio de la droga que los americanos no inventaron. Dijo Correa: "Gente sin casa y casas sin gente. Está fallando la lógica. Las familias que necesitan casas se quedan sin casas y los bancos que no necesitan casas, ni las quieren, se quedan con casas. No tiene sentido". El plano que sirve el pool se abre, los periodistas que siguen la Cumbre no están mirando la pantalla, siguen atareados con sus ordenadores, pero Correa está encendido y Rajoy no le mira. Ya sabe de lo que va. La presidenta de Brasil ya había dicho antes que con austeridad ellos completaron una década perdida. En fin, no era el tema de la diplomacia española.

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