Mariluz está cerca de cumplir noventa años. Apenas si puede caminar. La artrosis no perdona. Pero con su andador, los días que el dolor remite un poco puede desplazarse de un lado a otro, no sin dificultad. De niña vio cómo unos señores con uniforme azul sacaban a su abuelo de la casa familiar con malos modos. Nunca volvió a ver a su abuelo y el silencio y el miedo habitó desde entonces el domicilio donde vivían sus padres y su abuela. Mariluz nunca fue una activista política. Sus padres le enseñaron a no hablar de política ni a militar políticamente.

Cuando murió Franco y llegaron las primeras elecciones democráticas votó a la UCD de Adolfo Suárez, luego fue votando al PSOE y alguna que otra vez a Julio Anguita, por empatía con su hijo que estaba en IU. Pero Mariluz nunca contó la historia de su abuelo, hasta ese día de febrero en el que finalizaron las excavaciones de la fosa de Pico Reja, la mayor fosa común de represaliados de la Guerra civil y el franquismo, en el cementerio de San Fernando de Sevilla. Ese día Mariluz se vistió de luto, compró una rosa roja y pidió a su hijo que la llevara al cementerio de Sevilla para honrar a su abuelo fusilado. Y allá fue Mariluz, con su andador y una emoción desbordada, al igual que otros familiares de las mil setecientas ochenta personas, cuyos restos fueron hallados en esa fosa común.

Mariluz, después de muchos años de espera, encontró reparación y justicia. Pero hay muchas mariluz en este país que siguen buscando restos de sus familiares y se están quedando sin tiempo y con la angustia de no poder honrar a sus muertos. Mientras esto pasa, la derecha, con Feijoo a la cabeza, quiere derogar la ley de memoria histórica, pretende quitar la esperanza de muchos hombres y muchas mujeres como Mariluz, que no quieren reavivar el odio, que no quieren pasar factura, que no pretenden desenterrar rencores, sólo quieren encontrar los restos de sus padres y abuelos para llorarlos y velarlos como Dios manda.

Feijoo está perdiendo una gran oportunidad para condenar de una maldita vez el terror al que Franco sometió a este país. Derogar la memoria no ayuda a que cicatricen las heridas. Sólo conduce al sufrimiento y a la desesperanza. La gente como Mariluz merece justicia y reparación.

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