Cambio de sentido

Cara de tontos

El ‘phishing’ es la estribación delictiva de un modelo dispuesto a sacarnos, literalmente, las muelas

Cuánto me alivió leer a Remedios Zafra, en su ensayo Frágiles, que fue al dentista y salió con una muela menos. “Le juro que no quería ni necesitaba que me la quitaran, solo iba por las molestias de un empaste caído en un diente”. No porque me alegre de que le hicieran la trastada, sino porque servidora, y quizá también usted, podría haber sido la mutilada dental por no haber sabido reaccionar a tiempo. A ella, el doctor le hizo la envolvente y acabó con una muela menos y pasando por caja; en mi caso, fui a que me pusieran una y salí con una absurda ortodoncia que aún estoy pagando en incómodos plazos. La reclamación que les puse se la pasaron por el puente dental. Cuando esto pasa, lo peor de mirarse al espejo no es ver la boca mellada o los brackets de Betty la fea, sino la cara de tonta que se te queda. Zafra: “Llevo todo el día maldiciéndome por no haber sabido reaccionar a tiempo, (…) pero también debiera maldecir a los que no dan tiempo frente a quienes titubeamos y, en una clara posición de poder, te dejan sin muela o boicotean con sus reglas y su sierra tu capacidad de decidir. Los tímidos y los lentos, como los entusiastas, somos carne de abuso y después de culpa”.

El problema no es que haya vivales, siempre los hubo, sino que este modus operandi sea política de empresa. Generalmente, quienes nos venden la moto suelen ser empleados a comisión que lo tienen más chungo que nosotros. El problema es el modelo, casi diría el sistema, que se beneficia de las aceptaciones rápidas y blindadas contra toda reclamación. Vas a hacerte las cejas y sales con la ingle abrasada por láser (prueba gratuita). Aún me pregunto cómo suscribí un seguro, sin firmar nada, cuando adquirí un altavoz en un conocido establecimiento de origen francés de artículos electrónicos. Estoy segura de que cada cual podría contar su caso con vuelos, bancos, comercializadoras de los cuatro elementos (luz, agua, gas y teléfono)… Tanto es así, que hay publicidades en la que nos juran que no nos van a engañar: “sin letra pequeña”, “sin sorpresas a final de mes”. No me lo creo. Eso del phishing, smishing, vishing y otros asaltos cibernéticos –el otro día me llegó uno que consistía en atracarme por el método de hacerme creer que alguien me estaba atracando– es la estribación delictiva de un modelo dispuesto a sacarnos, literalmente, las muelas. Lo peor de tanto listo es que dejan con cara de tontos a quienes son más dignos, sabios y humanos que todos ellos juntos.

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