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Lopera y el Sevilla, del cainismo exacerbado al espíritu de Puerta

Lopera y el Sevilla, del cainismo exacerbado al espíritu de Puerta

Lopera y el Sevilla, del cainismo exacerbado al espíritu de Puerta / Prensa SFC

“El Sevilla FC transmite su pésame por la muerte de Manuel Ruiz de Lopera a toda su familia y allegados y al beticismo en general. Descanse en paz”. El pesar que el club de Nervión ha expresado públicamente por el fallecimiento del ex presidente del Real Betis Balompié, es el mismo que el singularísimo dirigente heliopolitano le transmitió a José María del Nido Benavente, y por extensión a todo el sevillismo, a finales de agosto de 2007, en la capilla ardiente instalada en el Ramón Sánchez-Pizjuán con los restos mortales de Antonio Puerta.

Ese 29 de agosto, la tragedia de un futbolista sirvió al menos para apagar un fuego, el de la rivalidad mal entendida entre los dos clubes de la ciudad. Y la figura de Lopera bajó muchos puntos desde entonces en la escala de animadversión dentro de los sevillistas. Atrás habían quedado episodios de cainismo, protagonizados por un bando y otro, que movieron al sonrojo.

Manuel Ruiz de Lopera, cuando se erigió en supuesto salvador del Betis al hacerse con las acciones en 1992, tensó todo lo que pudo, y más, la cuerda de las relaciones institucionales entre un club y otro. La convivencia de ambas instituciones durante décadas y décadas había tenido fases más espinosas y otras más diplomáticas, pero la palabra diplomacia no figuraba en el muy particular vocabulario del dirigente de El Fontanal.

El halo salvífico de Lopera a los ojos del beticismo desde que evitó la desaparición del club en 1992, se expandió definitivamente dos años después, cuando obró el ascenso a Primera de la mano de Lorenzo Serra Ferrer en aquella recodada tarde en El Plantío de Burgos. Ahí Lopera ya era “don Manué” para la gran mayoría de béticos. Por supuesto, para muchos de los que se echaron a la calle el 15 de junio de 2009 clamando por la salida del patriarca.

Una tertulia para el sonrojo

Y don Manué puso las cosas claras desde el principio en el cuerpo a cuerpo con el “otro equipo de la ciudad”. El primer derbi tras la vuelta del Betis a Primera y con Lopera al mando fue en enero de 1995 en Nervión. Por entonces los béticos, como suelen hacer en su historia cada vez que retornan a la máxima categoría, estaban cumpliendo una pujante campaña. Y antes del partido, en una tertulia de COPE Sevilla moderada por Rafael Almansa, la chispa prendió: “¡Lo que no se puede es venir a una mesa bebiendo whisky desde las siete de la tarde, se bebe agua mineral para estar como estoy yo!”, gritó de pie y desafiante el rector bético a Luis Cuervas, presidente sevillista entonces, con Amparo Rubiales, entonces delegada del Gobierno en Andalucía, como voluntariosa pacificadora.

Luis Cuervas, otro dirigente de acusado carácter y personalidad, no se iba a quedar callado. Y no se calló: “¡Qué tenga vergüenza con lo que habla, yo vengo de trabajar! ¡Y si yo me tomo un whisky es porque sé tomármelo! ¡Tú no sabes tomártelo, tú eres un desgraciado!”, le espetó de pie.

Amparo Rubiales no tuvo más remedio que elevar el tono también: “¡Parece mentira, hombre! ¡Ya está bien!”. La carnaza ya estaba servida para los medios de comunicación nacionales. Hubiera sido un vídeo de una viralidad arrasadora en las redes. Pero ocurrió el 19 de enero de 1995 y entonces los contadísimos móviles eran como una zapatilla de Sabonis y servían sólo para… llamar.

Ese derbi acabó con triunfo bético por 0-1, gol de Alexis Trujillo de penalti, y abrió un periodo de marcada supremacía bética en la ciudad desde el prisma deportivo. La afición verdiblanca, que había sufrido uno de tantos pasos por el purgatorio a finales de los ochenta y principios de los noventa, disfrutaba de la pujanza de su equipo. Y de la mano generosa de Lopera para no tener que elegir entre Finidi y Alfonso y vestir de verdiblanco a los dos. La figura de don Manué era un mayúsculo manto protector que sirvió para refugiar a todo el beticismo, incluso a los béticos con capacidad para rascar e indagar en las verdades loperianas, que entonces prefirieron mirar para otra parte y solazarse con la hegemonía del equipo de sus entretelas en Sevilla.

La supuesta prima al Lleida

Lopera hacía y deshacía. Controlaba hasta los rollos de esparadrapo que se compraban en el Betis. Y la bonanza deportiva terminaba de blindar su figura, investida de una ‘auctoritas’ que lo llevó un paso más allá en la rivalidad sevillana: a finales de la Liga 1998-99, el Sevilla de Marcos Alonso trataba de consumar su remontada hacia Primera, pero sufrió un amargo empate en casa ante el Lleida con un gol final de Maqueda (2-2). Tres emisoras de radio coincidieron en informar a nivel nacional de una supuesta prima de Lopera al equipo catalán, de 4 millones de pesetas, por ese empate.

Lógicamente, el Betis desmintió tal noticia. Lo hizo en boca de su portavoz, Juan Luis Aguado: “Es un rumor filtrado intencionadamente desde fuera de Sevilla para dañar la imagen del Betis y desestabilizar al Sevilla en su lucha por el ascenso”.

Lo cierto es que el fuego de la rivalidad se atizó demasiado en esa época. El Sevilla acabó subiendo, goleó 3-0 en el derbi del reencuentro un 12 de octubre de ese mismo 1999 (el partido del cuchillo de Benjamín) y la escalada de violencia subía en cada encuentro entre ambos equipos.

Lopera, a pesar de ese inesperado descenso del año 2000 que le dio un mordisco a su imagen y predicamento ante el beticismo, mantenía el poder absoluto y esa peligrosa deriva en los derbis (agresión a Prats y al guarda de seguridad en Nervión, candelas romanas hacia la afición sevillista en Heliópolis…) era como una bola cuesta abajo y que crecía en su imparable camino.

La sábana 'pintarraqueá'

En el año 2005, tras el golpe de mano que el Betis le asestó al vecino, arrebatándole la plaza de Liga de Campeones en las últimas jornadas de Liga y conquistando la segunda Copa del Rey de la historia bética (primer título que venía a Sevilla desde el 77), Lopera dio otro giro de tuerca en esa dinámica de cainismo, al calificar de “sábana pintarraqueá” la bandera oficial del centenario sevillista, cuyos actos empezaron en el inicio de la temporada siguiente al título copero del Betis, la 2005-06. “¡Aquí tenéis la Copa del centenario!”, gritó el dirigente de El Fontanal a la enfervorecida masa bética en los festejos. Esa frase contenía la misma guasa con la que el sevillista adoptó luego como suyo el término “criaturita”, tan loperiano, para referirse a los aficionados béticos. Las cosas del fútbol según Sevilla.

Un busto y una botella

La agria convivencia, que no relaciones (estaban rotas) entre Betis y Sevilla rompió en un episodio berlanguiano cuando el Sevilla devolvía visita al Betis en los cuartos de final de la Copa del 2007 tras el 0-0 de la ida en el Pizjuán. El mandatario bético no tuvo otra idea que ubicar un busto de su figura presidiendo el palco de autoridades, un episodio sainetesco que antecedió a un suceso grave, el botellazo al entrenador sevillista, Juande Ramos, tras el 0-1 de Kanouté.

El partido se suspendió, se reanudó días después a puerta cerrada en Getafe y si en el campo perdió el Betis la eliminatoria, también la imagen del fútbol sevillano se iba desfigurando ante la opinión pública española temporada a temporada, derbi a derbi.

Todo cambió por una tragedia que se llevó por delante, como si de un huracán, se tratara, el ominoso fuego ue ardía durante años. Ese abrazo de Lopera con Del Nido hizo recapacitar a muchos, que no a todos. Cinco años después, los papeles se intercambiaron con otra tragedia, la muerte del defensa bético Miki Roqué por un cáncer. Entonces, en 2012, la figura de don Manuel había perdido la popularidad a jirones y el entonces ex dirigente era más noticia en los juzgados que en esos estadios y peñas donde, por momentos, se llegó a sentir una suerte de mesías.

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