Tribuna

Marco Antonio Molín Ruiz

Filólogo

La tertulia del bar 1900

La tertulia del bar 1900 La tertulia del bar 1900

La tertulia del bar 1900

Entre las muchas cosas que tiene la cultura hay una que entraña un poderoso atractivo para todos los públicos: la tertulia. Espacio versátil y generoso donde multitud de opiniones giran en torno a la literatura, el cine y la sociedad. Cualquier inquietud, por mínima que sea, es susceptible de generar un encuentro que dará sus frutos hasta crear una hermosa tradición urbana. Las tertulias de los bares tienen un añadido, que es representar un rincón privilegiado en el movimiento incesante de clientes semana tras semana y año tras año.

La tertulia del bar 1900, regentado por Antonio María García, cumple felizmente veinticinco años. Todo un ejemplo de apertura de horizontes para el pensamiento y la palabra en una sociedad española encaminada por el sendero de la democracia. En primer lugar, el 1900 ha sido una apuesta decidida por la creación poética en la coyuntura del siglo XXI. Sinfín de autores que han tenido la oportunidad y la suerte de surcar los mares de la lírica. Todas las edades y generaciones se han subido a la tarima para compartir entusiastas sus más altos sueños: círculo de escritores onubenses, grupos literarios de Hispanoamérica y Portugal, promesas asomadas al mirador del parnaso y bohemios trazando itinerario en su caminar errante. Ideales humanos vertidos en recitales y en libros.

Un cuarto de siglo da mucho de sí. El 1900 ha ofrecido estrenos líricos, presentaciones de libros y revistas, recitales de poesía, obras de teatro, debates sobre actualidad, monólogos cómicos y dramáticos, conferencias, sesiones literario-musicales, tocatas, muestras de perfume, lecciones de cocina y aproximaciones a la meditación. No han faltado homenajes, tributados a escritores onubenses y a generaciones literarias españolas (Cantar del Mío Cid, Cervantes, Zorrilla, Hernández, Juan Ramón y la Generación del 27); también en la música, a compositores e intérpretes. Lo más estimulante de estas propuestas ha sido la acogida fiel del público, atento al pulso cultural que poco a poco configuraba en la ciudad una oferta que ha trascendido los espacios convencionales.

Profundizando en la poesía, aquí ha tenido cabida desde la forma tradicional, pulcramente versificada con su rica variedad de estrofas, pasando por el verso libre, dotado de vigoroso ritmo; pequeñas estampas al estilo oriental de ensoñadoras impresiones hasta llegar al discurso de rabiosa actualidad, rebosante de digresiones, como la voz ardientemente combativa que muestra los inagotables afluentes de la lírica. Poesía como arte, como oficio, como entretenimiento y también como pretexto. Lo clásico y lo moderno, lo veterano y lo novísimo han coexistido siempre dándose la mano en cada temporada. El nivel de participación ha distribuido a los escritores consagrados, de relieve literario allende la provincia de Huelva, y otros noveles cuyo canto unas veces solemne y otras mordaz ha rescatado los perdidos afanes del público.

Rasgo inconfundible en las tertulias del 1900 es el recogimiento de la sala ante la lectura, con versos profundos, argumentos trepidantes y voces matizadas hasta los confines sonoros más inimaginables. He aquí el licor sublime que marca la diferencia, el que ha satisfecho los exigentes paladares del público. Cuántas veladas el canto de la lira se ha engarzado con el péndulo del reloj del bar. Suma de instantes que han florecido en los corazones. Además, el espíritu de la tertulia se ha engrandecido con la modestia de su clientela, entre ellos grandes artistas acrisolando su talento en el día a día; ellos escribieron sus vivencias, nos obsequiaron con su luminosa personalidad en el libro de visitas. Ahí late un imborrable testimonio de noble lirismo e inconmensurable amor por nuestra Huelva.

Pero hay un algo más en estos veinticinco años de la tertulia: el ir y venir de genios discretos que animaban la barra con su conversación y su pintoresquismo. Un dibujante psicodélico que dejaba absorto a la clientela con sus originalísimas creaciones, un espontáneo que al narrar verborreicamente anécdotas de coplistas y toreros se convertía en juglar nocturno, un indagador en las entretelas del pensamiento en cuya caza del mejor interlocutor labraba filosofía en el aire, un crítico volcado en acercar siempre un poco más los insalvables límites de la realidad y la ficción o un fino degustador de las más fervientes disquisiciones entabladas por otros clientes.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios