Tribuna

josé vilaplana blasco

Obispo de Huelva

"Os he dado ejemplo"

"Os he dado ejemplo" "Os he dado ejemplo"

"Os he dado ejemplo"

Cada año busco un hilo conductor que oriente mis reflexiones en el tiempo de Cuaresma y, especialmente, en Semana Santa. En esta ocasión me he centrado en una expresión de Cristo durante la Última Cena, concretamente, después del lavatorio de los pies a los apóstoles: "Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis" (Jn 13,15).

El hecho de que el Maestro, sorprendentemente, se levantara de la mesa y lavara los pies a sus discípulos era un hecho insólito; ese humilde servicio lo debían realizar los siervos, los criados. Sin embargo, el gesto respondía a una enseñanza de Jesús realmente novedosa. Él había dicho: "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos" (Mc 9, 35). Y también: "No he venido a ser servido, sino a servir" (Mt 20, 28a). Estas palabras dirigidas a sus discípulos cuando éstos discutían sobre los primeros puestos o se preguntaban quién era realmente importante, encontraban en el gesto del Maestro la mejor respuesta y el más desafiante reto: "Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros" (Jn 13, 14). El lavatorio, pues, no es un acto aislado sino la propuesta de un estilo de vida que el Maestro quiere compartir con sus discípulos. Este gesto resume la vida de Jesús y ofrece un horizonte nuevo a los que quieran seguir sus pasos.

La expresión "os he dado ejemplo para que lo que he hecho también vosotros lo hagáis" no es un simple "apéndice moral", como dice con extraordinaria previsión Benedicto XVI en su libro Jesús de Nazaret, "es una consecuencia de la dinámica intrínseca del don con el cual el Señor nos convierte en hombres nuevos y nos acoge en lo suyo […] El obrar de Jesús se convierte en el nuestro, porque Él mismo es quien actúa en nosotros".

Una consecuencia inmediata de este nuevo estilo de vida es la mirada que se inclina hacia lo humilde, lo sencillo, los pies de los pobres para servirles. El amor que supone este inclinarse para servir, indica que el amor cristiano es concreto, no es abstracto sino servicial, y permite "tocar la carne sufriente de Cristo en el hermano necesitado", como repite muchas veces el papa Francisco.

Tanto el lavatorio de los pies como la institución de la Eucaristía -este es mi cuerpo que se entrega, esta es mi sangre que se derrama- no sólo resumen lo que ha sido la vida de Jesús, sino que nos dan la clave para interpretar su muerte: su pasión es voluntariamente aceptada, su vida libremente ofrecida y entregada para la vida del mundo.

Aludo de nuevo a Benedicto XVI en su libro antes citado: "Jesús se encuentra ciertamente en medio de sus discípulos. ¿Qué está sucediendo? Cumple lo que había dicho en el discurso del Buen Pastor: «nadie me quita la vida, sino que yo la entrego libremente» (cf. Jn 10, 18). Se le quitará la vida en la Cruz, pero ya ahora la ofrece por sí mismo. Transforma su muerte violenta en un acto libre de entrega por otros y a los otros. Y Él lo sabe: «Tengo poder para entregar mi vida y tengo poder para recuperarla» (cf. Ibíd.). Él da la vida sabiendo que precisamente así la recupera. En el acto de dar la vida está incluida la resurrección".

Con estas palabras y gestos de Jesús nos podemos acercar a lo que constituye el aspecto más íntimo e integral de la existencia de Cristo. Él es para los demás, no es para sí mismo. Si alcanzamos a entender esto, estaremos muy cercanos al misterio de Jesús y sabremos también lo que significa seguirle.

En el contexto de los numerosos actos que realizamos durante la Semana Santa, tanto los que tienen lugar en la celebración de la liturgia como los que inundan nuestras calles con las cofradías que presentan los distintos momentos de la Pasión y Muerte del Señor y su santa Resurrección, me ha parecido importante subrayar esta palabra del Señor: "Os he dado ejemplo". Así lo decía también para los cristianos de la primera época la carta de Pedro: "Cristo padeció por nosotros dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas" (cf. 1Pe 2, 21-24).

Esta expresión se hace carne viva en nuestros hermanos cristianos coptos de Egipto y en otras víctimas del terror a los que tenemos especialmente presentes en estos días santos. El testimonio martirial de los que sufren los horrores de la violencia ciega y destructora ponen de manifiesto que sólo el amor edifica, sólo el amor es digno del hombre. Cuando el odio anida en el corazón humano el resultado siempre es la muerte. Rechacemos toda forma de violencia y hagamos del amor la pauta de nuestra vida.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios