Cambio de sentido

El disparate

Lo mismo descuelgan el rosario del cabecero que sacan las muñecas hinchables de debajo del somier

Ese majara que entra en un desavío y grita: “¡Dame un litro de papas!”. El tendero se retuerce de risa. “¿De qué te ríes?”, pregunta el loco, desconcertado. “De que te has venido sin botella”. En los últimos días, a la luz de ciertos numeritos ultramontanos, me he acordado de este chiste. Cuando la política usa el disparate y el insulto como herramienta populista…, malo, muy malo. Siempre va a haber mentes, desahuciadas de la razón común, dispuestas a replicar con todas sus fuerzas las barbaridades cocinadas desde arriba, y a eso se le llamará, locamente, “libertad” o “democracia”. La reducción al absurdo, el dislate, la dislocación, la fractura entre el lenguaje y la realidad, la inmersión en lo surreal, es herramienta legítima de los artistas y los niños para voltear este mundo que está patas arribas y verlo al fin del derecho. Mala cosa, cuando el delirio cae en manos del poder, de cualquier tipo de poder. Así se han escrito los pasajes más negros de la Historia Contemporánea.

“Para mis adentros dije, me gusta la fruta”, enuncia la presidenta de Madrid en su sede parlamentaria para reafirmarse en llamar “hijo de puta” a Sánchez. Y continuó leyendo la retahíla comicastra que le había guionizado su ventrílocuo. Quien pergeña la proclama para que los proselitistas se sientan autorizados a insultar también, ni es tonto ni está loco: pone su inteligencia y cordura al servicio del disparate como arma política. Estas chispas prenden en tierra de matorral, esto es, en cabezas poco cultivadas y muy dogmatizadas. Por Twitter, una usuaria nos llama “mononeuronales” y nos instruye: Bella Ciao, dice, “no es de izquierdas ni de derechas. Dejad de politizar todo, coño”. “¿Contra quién vamos?” preguntan unas manifestantes a otro a las puertas del Congreso. Lo mismo descuelgan el rosario del cabecero que sacan las muñecas hinchables de debajo del somier… En casos así, una se acoge a lo sagrado, es decir, a San Luis García Berlanga.

Que esta sea estrategia populista ultra, es lo esperable. Lo que resulta un error es que el PP de Feijóo se asocie a la estridencia, porque dejaría huérfanos a liberales y conservadores razonables. Y porque –qué torpe– deja enterito el ámbito de lo supuestamente razonable e institucional al rival. Las razones que el PP pudiera tener se las quitan las formas. Antes incluso que izquierdas y derechas, necesitamos políticos dispuestos a respetarse y razonar. Mala noticia para España, que el PP haya perdido el norte y, hace ya, el centro.

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