Visiones desde el Sur

Saudade

Hoy ya no estás, pero sigues viviendo. Lo sigues haciendo en aquellos que te quisieron, que te respetaron

Ayer borré tus datos de la agenda del teléfono móvil. Lo mismo hice con otras personas que han dejado esta vida para ser tierra, naturaleza; eso que somos y no estamos dispuestos a aceptar por no sé qué abanico de misterios insondables y de los que hoy no toca explayarse. Cada cual es libre de creer lo que estime conveniente; hace tiempo que ni entro ni salgo en esas batallas, porque siempre salgo perdiendo y no tengo necesidad alguna de enemistarme con nadie.

Me pareció que ya no era necesario que estuvieran esos contactos ocupando espacio en el disco duro dado que jamás les pondré ya correo alguno o intentaré hablar con ellos; además, lo más probable es que tu número, la compañía de teléfonos con la que operabas, se lo haya adjudicado a otro cliente.

Aunque, pensándolo bien, podría servirme para recordarte; pero, para eso, no necesito tenerlo grabado, lo haré de todas formas. ¿Cuánto tiempo? No lo sé, la vida es muy complicada.

Desde tu marcha pocas cosas han cambiado. Los tuyos se esfuerzan día a día por salir adelante y no te quepan dudas de que lo conseguirán.

Hay en el aire una cierta melancolía producida por tu ausencia. La verdad es que, aunque nos habíamos relacionado poco, desde el principio nos manifestamos una simpatía y un respeto mutuos dignos de resaltar, y por eso lo escribo, para que quede algo más esta vez negro sobre blanco: una cierta forma de ver la vida, algunas ideas aproximadas de cómo había que realizar tal o cual cosa, una visión de conjunto del ser -que iba más allá de los convencionalismos sociales-, un cierto distanciamiento que nos permitía mantener criterios propios -aunque fuesen erróneos, tanto los tuyos como los míos- eran distintivos porque eran nuestros y además lo aceptábamos. Como debe ser… no todo el mundo debe pensar igual, no estamos clonados. Nuestras conversaciones fueron profundas, nacidas de la experiencia y la reflexión.

Pero todo debe llegar a su fin. Y el tuyo, se aproximó como un ciclón que no conoce de límites. Que no sabe de amores, de familia ni de amigos, de ilusiones ni de esfuerzos, de razones ni de sentimientos.

Hoy ya no estás, pero sigues viviendo. Lo sigues haciendo en aquellos que te quisieron, en los que te respetaron, en los que te conocieron e, incluso, en los que te odiaron. Mientras vivamos, todos, te recordaremos. Espero que el conocimiento de tu persona perdure mucho en mi memoria.

Mereció la pena conocerte, aprendí mucho de ti, amigo mío.

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