Cuando España acordó con sus nuevos socios el ingreso en lo que entonces se llamaba Comunidad Económica Europea eran las tantonas. El juez y parte francés se llamaba Jacques Delors y llevaba un papa de persona mayor, y nuestro portavoz, el entonces ministro de Exteriores Fernando Morán, parecía un tipo despistado y algo machadiano por el torpe aliño, no sólo indumentario. España iba a ser socio sí o sí, sobre todo después de que Felipe González se desdijera de la negativa del programa de aquel PSOE arrollador con respecto a entrar en la OTAN. Todos contentos, pero ¿qué necesidad hay de negociar de madrugada cosas importantes? ¿Qué vicio de políticos y hombres con afán titánico y redentor mueve a veces a los negociadores a acabar como Balboa y Apollo Creed en el último asalto de Rocky, agotados, tambaleantes, sin duda acarajotados y en pésimas condiciones de lograr un trato justo para las partes? Uno con la melopea, otro falto ya de facultades, los demás quién sabe cómo. Señor, no son horas. Diría que de nada.

Esta semana me he acordado de aquel hito histórico al saber que la Unión Europea, que no aprende o está enviciada de maratones de “ni pa ti, ni pa mí”, llegó en la noche del viernes –qué desagradable también negociar un viernes tarde– a un acuerdo para cerrar la Ley de la Inteligencia Artificial, “una norma pionera en el mundo por los peligros que la IA conlleva” (…), “tras tres días y 36 horas”. “¡Histórico!, ¡la UE es la primera!” exclamó en el canutazo (se llama así al primer topetazo con la prensa tras un acuerdo, no sean malpensados) el comisario de Mercado Interior, Thierry Breton, en la red social X. Los políticos viven en buena medida en la Urbanización Las Redes, y no la de El Puerto de Santa María, sino la almadraba digital, en el piso de arriba de los periodistas. Von de Leyen también estaba ufana: “Tenemos un marco legal único para poder confiar en la IA”. Sánchez, presidente rotatorio, se ha colgado la medalla: no va a haber guerrera para tanta condecoración de bazar y supervivencia. Porque, aparte de que el motor de la ley no es Sánchez, quizá esta va a ser la ley más precipitada de la historia. Y ojo, lamentablemente se trata de poner vallas a un campo cuyos cortijos son estadounidenses y chinos. No es progreso europeo: es defensa a gatas, y algo de paripé. Ojalá no sea así. De aquí a la promulgación de la ley queda un gran trecho. En Silicon Valley y Shenzen deben de estar aterrorizados. Anoche no han dormido del mismo pánico... como Delors y Morán en el 85 y, ahora, los negosieitors bruselianos. Pioneros a oscuras.

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