Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Feliz Navidad, Shane

Justo el primer día de diciembre nos citamos tres que, por un azaroso cruce de dos familias en un mismo barrio, tenemos todos los apellidos iguales o cambiados de orden hasta el infinito y más allá, allá donde habitan nuestros padres y cualquier otro antepasado. Toda la vida, por tanto, los he conocido, casi como ellos a mí, que les saco unos veinte meses. Cuántos veranos y navidades habremos pasado juntos, no sabría ahora decirlo: el multiplicador es ya una cifra digna de respeto. En la cena, mientras Massimo nos atendía, Javier, que es un melómano silente y nada ostentoso, me dijo que había dado desde no hacía mucho, así como por nada, con Shane McGowan, el irlandés cantante de The Pogges, y que había escuchado una especie de villancico suyo sobre Nueva York que lo había dejado patidifuso. “¿Conoces tú a ese tío?”, ‘Sí. Murió ayer’. Mi hermano alzó las cejas dejando la pasta olvidada en la mesa, posó el cubierto y el grisini, y su cara mutó a esa expresión de estupefacción menor uno de cuyos ingredientes es el miedo a la presencia de los muertos. Sabedor de que lo suyo era inexorable, Shane McGowan había dejado a su gente diez mil pintas pagadas en su sitio habitual. Para que celebren esta Navidad con él pero sin su presencia. Hedonismo, amistad y ternura de barrio. Su forma única de cantar ya siempre irá unida para mí a tan hermoso epitafio de cebada con 5 grados.

Igual que los profesores, y no sólo los alumnos, miramos en qué caen las fechas señaladas, como puentes y navidades, también calculamos los días en que no hay prensa aquellos que estamos “atados a una columna” (la expresión de Pasión, según creo, es del recién fallecido columnista de ABC Antonio Burgos). Este año, el 24 y el 31 caen en domingo, así que no hay otra que escribir esos días sobre Navidad y final de un año. Gracias al día del Niño Jesús, tenemos deliciosas –por mágicas y surreales– letrillas de nuestros villancicos tradicionales: “Ay del chiquirritín metidito entre pajas, queridí, queridito del alma”, “Pero mira cómo beben los peces en el río”. Pero hoy yo querría traducir un par de líneas del comienzo del Cuento de Hadas de Nueva York de Shane McGowan (que tan duramente concluye, como la propia vida): “Era Nochebuena, chica, en el calabozo de los borrachos un viejo me dijo: “No veré otra” (...), volteé mi cara y soñé contigo (...) Tengo la sensación de que este año será para ti y para mí, así que feliz Navidad, te amo, cariño, puedo ver días mejores en los que todos nuestros sueños serán realidad”.

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