Análisis

carmen pérez

Universidad de Sevilla

Dos verdades y un mito

Pablo Hernández de Cos intervino esta semana en el Seminario de Alto Nivel de la asociación Eurofi, en Gante. No habló sólo como gobernador del Banco de España, sino especialmente como presidente del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea. Este comité promueve la igualdad de condiciones para todos los competidores bancarios a nivel internacional. Sus acuerdos no son vinculantes, pero se implantan en los distintos territorios por el compromiso adquirido por sus miembros –bancos centrales de todo el mundo- para adoptarlos. Hernández de Cos defiende muy bien la tarea del comité, destacando dos verdades –dos hechos indiscutibles– y derribando un mito. Pero tendría que haber hecho también autocrítica: tendrían que ser mucho más claros, más duros y mucho más rápidos.

La primera verdad que señala es que las crisis bancarias sistémicas hacen un enorme daño a las economías y al bienestar social. Y son recurrentes, han sido muchísimas a lo largo de la historia. El dato que proporciona sobre la que sufrimos recientemente, la de 2008, es impactante: el apoyo público mundial que tuvo que proporcionarse fue de aproximadamente 500 mil millones de dólares.

La segunda verdad es la dificultad de regular y supervisar al sistema bancario, porque está continuamente evolucionando, apareciendo nuevos riesgos y potenciales vulnerabilidades. La digitalización, los riegos del cambio climático y el crecimiento de las entidades financieras no bancarias y su interconexión con las bancarias son los ejemplos que señala. Además, podría haber añadido: no paran de idear; a cada ley, le encuentran una trampa.

Y el mito al que alude es la cantinela permanente, con argumentos de todo tipo, sobre que no es el “momento adecuado” para llevar a cabo reformas. Cuando el estrés se supera, el afán por hacer a los bancos más resilientes se olvida. Hernandez de Cos deja en abstracto quienes repiten ese mantra. Pongamos los nombres: los banqueros, que ejercen una presión tremenda para que no se les aprieten las tuercas; y los políticos, que se creen los que estos dicen sobre que las reformas les harían dar menos crédito y se resentirá la economía.

Al respecto, el gobernador alude a estudios del BCE que concluyen que el impacto de las reformas en el PIB es modesto y temporal, mientras que sus beneficios ayudarán a fortalecer permanentemente la resiliencia de la economía ante shocks adversos. Además, levanta la creencia instalada en la sociedad, gracias a la ignorancia financiera generalizada, de que el capital bancario es dinero inactivo, cuando es una mentira de tomo y lomo.

Muy valiente el gobernador en pronunciar todo esto nada menos que en el Eurofin, pero le faltó autocrítica: el Comité no siempre lo hace bien. Los Acuerdos de 2004 (Basilea II), aunque se revistió de un control más personalizado de las entidades, supuso una relajación respecto a 1988 (Basilea I). Quedó patente con la crisis de 2008, la mayor en la historia. Luego, en caliente, la reacción fue rápida, Basilea III se inició en 2010. Ahora bien, no se terminó hasta 2017, y hasta 2028 no terminarán de implantarse las reformas. ¡20 años después! Y de aquí a entonces todavía tendremos que ver que de nuevo alargan los plazos.

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