Cuidadores, cuidarse para cuidar

Hay que trabajar los factores controlables y reservar tiempo para uno mismo

Hoy me gustaría hablar de los cuidadores, una figura muy importante para muchas enfermedades. Se calcula que en nuestro país hay alrededor de 2 millones de personas dependientes. Tal y como explica Julio Maset, médico de Cinfa, “son los familiares quienes habitualmente ejercen la función de cuidador principal, sin que esta actividad quede registrada de manera oficial”. Es muy importante trabajar los factores controlables y que pueden resumirse en la idea de cuidarse para cuidar, reservándose tiempo para uno mismo.

Por este motivo, son importantes estos consejos. Por ejemplo, conocer los síntomas de cada fase de la enfermedad permitirá al cuidador comprender las diferentes situaciones que puedan producirse y sobrellevarlas mejor. Además, si cuenta con gente a su alrededor le permitirá organizarse y establecer un plan de cuidados. Las tareas pueden repartirse entre varios miembros de la familia. También es importante no aislarse, guardando tiempo para que el cuidador se relacione con familiares y amigos y mantener una comunicación con ellos.

No hay que olvidarse de la alimentación. Debemos llevar una dieta saludable, equilibrada y variada, y complementarla con ejercicio físico. Otro aspecto importante es la relajación. Son interesantes los ejercicios de respiración, el yoga o taichi o la meditación. Tampoco hay que sentirse mal por expresar los sentimientos. Mostrar cómo te sientes y aceptar, si aparecen, los sentimientos negativos, sobre todo, el de culpa. El doctor Maset señala que puede aparecer un sentimiento de culpa si no se atiende al familiar, que lleva a relegar a un segundo plano la propia salud y las actividades sociales y de ocio para enfocarse exclusivamente en el ser querido dependiente.

Y, finalmente, hay que buscar ayuda si se necesita. Los grupos de apoyo para cuidadores o las asociaciones de pacientes son un recurso muy útil.

Desde Cinfa advierten del “Síndrome del Cuidador Quemado”. Los síntomas más comunes son la falta de energía, cansancio, preocupación continua, insomnio, pérdida del apetito o de peso, dolores de cabeza o de cuerpo, palpitaciones, irritabilidad y cambios frecuentes de humor, niveles elevados de estrés, ansiedad o depresión, apatía y dificultad para concentrarse y relajarse. En algunos casos puede darse abuso de alcohol, tabaco o de ansiolíticos y antidepresivos.

Como explican desde Quirónsalud, el cuidador realiza un sobreesfuerzo físico y permanente para atender al paciente, que se vuelve cada vez más dependiente y va necesitando más cuidados. Además, se añade una combinación de varios sentimientos, como enfado, frustración, negación, tristeza o ansiedad, y el duelo ambivalente. Esto último significa que el ser querido está físicamente, pero no psicológicamente. Y añaden que su detección precoz es fundamental. En la consulta de geriatría se proporcionan consejos para mantener una relación adecuada con el familiar que sufre demencia y ayudarle a reconocer si está sufriendo esta sobrecarga del cuidador. Es lo que hay. Seguro.

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