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Vivir en Sevilla

Origen e historia de las antiguas corralas de vecinos, la vivienda colectiva del siglo XVI en Sevilla

Corral del Agua, en 1931

Corral del Agua, en 1931 / Anónimo

Los corrales de vecinos son un tipo de vivienda que se da especialmente en la zona de Andalucía y, sobre todo en Sevilla, y que tiene su origen en torno al siglo XIV, aunque su época de mayor representación se dio en los siglos XIX y XX, cuando empezaron a colmarse de trabajadores que emigraban a la ciudad. 

Las corralas entendidas como viviendas comunales se solían erigir sobre construcciones antiguas que, por norma general habían sido anteriormente conventos, casas señoriales, palacios y alhóndigas (espacio dedicado a la compra y venta de trigo u otros granos). 

De esta forma se aprovechaba la arquitectura de estos espacios (construidas en torno a un patio o corral) para que se alojaran en ellos varias familias. En dicho patio solía haber un pozo o fuente que funcionaba como punto de suministro de agua para todo el corral y, consecuentemente, como punto de encuentro. 

En torno a este módulo central se extendían varios corredores con múltiples puertas pertenecientes a las diferentes habitaciones que tenía la construcción. Posteriormente se unirían y readaptarían para ir conformando las viviendas. En estos edificios también era común ver un segundo patio de menor tamaño o patinillo que se dedicaba a lavadero y que podía estar a otra altura.

La arquitectura de este tipo de viviendas familiares va a dar lugar, posteriormente, a una forma de convivencia basada en lo colectivo donde la vida se hacía en el centro de los edificios. 

Sus orígenes

El corral de vecinos andaluz tiene su origen en los adarves árabes, unos callejones ciegos con una sola entrada, y más propiamente en el curralaz mozárabe, un corral en torno al cual se abrían las puertas de las viviendas.
Se tienen noticias históricas de su existencia desde el siglo XIV, y con mayor precisión en el XVI, siendo en esta época cuando experimentan un gran desarrollo, sobre todo en Sevilla, debido a que la ciudad era puerto  exclusivo de entrada y salida para las Indias. Estas construcciones nacen como respuesta económica y cultural a una grave falta de viviendas en las ciudades y pueblos andaluces. 
Su modelo arquitectónico acaba perdurando en la ciudad, y tiene su mayor apogeo en los siglos XIX y XX. En la actualidad este tipo de viviendas sigue existiendo, si bien es cierto que es un modelo que se encuentra en decadencia. 
En las casas corrala se establecían, sobre todo, los trabajadores de condición más humilde que llegaban a la ciudad, por lo que se trataba de espacios modestos donde era habitual compartir cuidados y apoyarse, especialmente cuando se atravesaban momentos económicos difíciles. 

Cómo se conforma la vida en las corralas

Tradicionalmente las personas que habitaban las corralas de vecinos eran albañiles, carpinteros, herreros, lavanderas, aguadores, planchadoras, costureras, criadas, zapateros... En definitiva, eran lo que se consideraba el pueblo llano. Muchos de ellos tenían como clientes, incluso, a habitantes del propio corral para que les arreglaran los zapatos o les cosieran algo.

Por la disposición arquitectónica del edificio, la vida giraba en torno al patio y en él se hacían desde comidas hasta reuniones improvisabas, se festejaban los bautizos, la celebración de la Cruz de Mayo, e incluso los velatorios de los vecinos y vecinas.
De entre todos los vecinos del corral había una figura que tenía algo de poder: la casera. Era la persona que ocupaba, junto a su familia, una de las salas próximas a la puerta (en caso de que el corral la tuviera) controlando su apertura y cierre. 
La casera solía ser alguien de la confianza del propietario del inmueble y, como tal, defendía sus intereses cobrando los alquileres de las diferentes viviendas o incluso llegaba a castigar a quien no pagaba sacando los muebles de su casa.
De la misma manera también supervisaba que se cumplieran las labores que giraban en torno a la limpieza y el mantenimiento del inmuble, que se repartía entre sus habitantes. Dado su poder podía mediar cuando había disputas vecinales y era respetada por todos y todas dentro de la corrala.

Las casas corrala en Sevilla

Aunque el corral o corrala de vecinos fuese una forma de vivienda multifamiliar que se extendió por toda Andalucía, también hay otras formas de vida similares a las de las corralas en otras partes del mundo. Por ejemplo, la tradición griega con las oikos y la romana con las domus, buscaban ensalzar el potencial social de la casa. De toda la región andaluza, es en Sevilla donde esta forma de vivienda adquiere especial importancia. 
Tan es así que en la Guía de Sevilla de 1862, de Gómez Zarzuela, se citan cerca de doscientas. Tras esos años su construcción comenzaría a caer y en la segunda mitad del siglo XX descendieron a unas 80. El barrio en el que más se encontraría sería Triana, concretamente concentradas en torno a la calle Castilla y Pagés del Corro, aunque la más famosa y una de los más grandes es el Corral del Conde, en la calle Santiago, con 113 viviendas por aquel entonces. 

La importancia de las corralas 

A pesar de su decadencia, este tipo de viviendas cobran importancia gracias a las estrechas relaciones sociales que se conforman en ellas. Aunque en la actualidad hayan perdido los rasgos que las caracterizaban, funcionaban a modo de microsociedad donde se pensaba en el bien grupo y no en el de cada uno de los individuos.

Este modelo cultural que parece que se ha perdido se está volviendo a poner en valor en algunas ciudades en las que se defiende que exista una comunidad con sentimiento de pertenencia y en la que los cuidados y la vida se ubiquen en el centro del edificio y de la comunidad que lo habita. 

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