Semana Santa

Zamarrilla, un barrio que se queda en casa por la lluvia el Jueves Santo en Málaga

Las fotos de Zamarrilla en el Jueves Santo en Málaga

Las fotos de Zamarrilla en el Jueves Santo en Málaga / Paula Tejada

En la pequeña ermita de la calle Martínez Maldonado y su contigua casa hermandad cada año se une un barrio y una cofradía y solo consigue hacerlo la Zamarrilla. Vecinos en los balcones, niños en la calle con sus padres y familiares desde el mediodía con sus sillas plegables son unas de las estampas más habituales del Jueves Santo en este barrio, pero este 2024 no lo ha permitido. A las 18:25, hora de salida de la cofradía, el barrio se agolpaba a las puertas de la casa hermandad porque finalmente, debido a las inclemencias climatológicas, habían decidido no procesionar.

Abuelos, padres, hijos, nazarenos, músicos… Todos lloraban porque el Cristo de los Milagros y María Santísima de la Amargura Coronada se iban a quedar este año en casa. Aunque el cielo estaba totalmente encapotado, el sol salió sobre las 18:45 durante unos instantes. Algunos llantos se intensificaron y otros reían por no volver a llorar. “Hemos hecho bien, puede que llueva o puede que no, pero hemos hecho bien”, se decían unos a otros.

“Este año no ha podido ser, el que viene Dios dirá”, fue también otro de los mantras de todos los hermanos que se acercaban a las puertas del templo a observar a sus sagrados titulares. Los más de 400 nazarenos, los 212 hombres de trono del Cristo y los 274 de la Virgen permanecieron junto al Cristo de los Milagros y María Santísima de la Amargura Coronada toda la tarde, acompañados por los componentes de la Banda de Zamarrilla.

La hermandad, constituida a finales del siglo XVIII, guarda una curiosa leyenda que, además, le da su nombre. Juan Zamarrilla era un bandido de Igualeja cuyos robos fueron haciéndose cada vez más famosos e incómodos para las autoridades. Decidieron ir en su busca, pero como solía repartir parte del botín con los más necesitados, lo amparaban a él y a sus hombres y no tuvieron éxito.

Un día consiguieron acorralarlo y huyendo, se encerró en la ermita de la Virgen de la Amargura. Cuentan que se escondió bajo su manto y que los soldados no lograron encontrarlo. En agradecimiento a la Dolorosa, le dejó una rosa blanca clavada en el pecho con su puñal y la flor se tornó roja. Atónito por el milagro y arrepentido, ingresó como monje y dedicó su vida a los pobres hasta que fue asaltado y apuñalado por otro bandido.

Por esta tradición lleva la Virgen una gran rosa roja en el pecho. La talla del siglo XIX es atribuida a Antonio Gutiérrez de León y Martínez y fue comprada por el hermano mayor por 2.000 pesetas en 1934. 

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