Alberto Núñez Seoane

¿Esto es real? ¿Está sucediendo?

Uno, que ya peina algunas canas y ha vivido tiempos peores … y también mejores; que ha bien conocido lo que es y significa la falta de libertad; el color del miedo cuando sabes que no hay escondite ni defensa contra la fuerza de un poder sin control; que ha visto prohibir canciones, poemas y libros, ideas y hasta pensamientos, y también noticias y verdades; que, en fin y dentro de lo posible, está curado de ciertos espantos, porque no le cabe al humano estar sanado contra todos los que en nuestro mundo son; ese uno, que hoy soy yo, se espanta de lo que ve y escucha.

Son varias las causas y distintas las personas que proclaman y gritan lo que hoy me aterra, una fauna -no la califico así porque opinen distinto a como yo lo hago, Dios me libre, si no porque lo que sostienen y alientan es, y no lo digo sólo yo, letal para la libertad, y contrario, por tanto, a la esencia que nos provee de la condición de humanos, de modo que no me queda otra que deducir que si ellos pretenden inocular en la sociedad lo que se opone a la esencia que nos determina, es que no deben pertenecerá nuestra especie, de ahí lo de “fauna”-, una fauna, decía, entre la que reptan mentes inoperantes que se manifiestan dispuestas a demostrar, sin dejarnos resquicio a la duda, lo trágicamente impresentables que son los unos, lo absurdamente necios de los otros, lo torpes y desmemoriados de éstos, lo incautos, insensatos y estúpidos de aquellos. No saben, éstos; no se molestan en saber, aquellos; no quieren saber, unos; se niegan a que nadie le obligue a saber lo que no les gusta saber, los otros …

Tras el esperpéntico espectáculo que ofreció el presidente, impropio de cualquiera que ostente la alta responsabilidad que conlleva el cargo que él representa, propio, eso sí, de un trilero de verbena populista, o de un payaso invitado a salir del paro porque da más pena que gracia; una jauría -iba a decir “descontrolada”, pero es obvio que en absoluto fue así- de mómaros descabezados, peinaovejas ideológicos, bandoleros sin trabuco, fanáticos enloquecidos -¿cuándo no lo están…?-, y parásitos varios de la cosa pública, salieron, como pollo sin cabeza -lamentablemente no puedo usar aquí el lenguaje inclusivo-progresista, que tanto me gusta, porque el resultado, al aplicarlo al sinónimo del macho que fecunda a la gallina, podría ser inconveniente-, a las calles, que son de todos; a los canales de radio y televisión, a los que deberían ser de todos, pero no lo son, y a los que deberían, sin ser de todos, informar a todos pero no lo hacen -informar, digo-; a las páginas -de papel o virtuales- de esos periódicos que avergüenzan una profesión capaz de hacer caer presidentes, fortunas, poderes, e influencias, pero también, como vemos y sufrimos, muy capaz de plegarse a la voz siniestra del amo que paga, de arrastrar la verdad por los burdeles del nepotismo, de manipular datos, prostituir hechos y ocultar evidencias, todo porque no les falte el plato de lentejas a fin de mes.

¿Cómo es posible que ministros y senadores, diputados y secretarios generales, del partido que está en el gobierno, o gentes afines a él; que altos cargos del mismo partido, o afines a él, vociferen, exaltados y rabiosos, contra los jueces, la judicatura, el poder judicial …?, ¿cómo se puede entender que desde estos mismos siniestros púlpitos se ataque, con brutal ferocidad, a la prensa independiente, al periodismo de conciencia, a la información libre y sin corruptelas?, pero … ¿qué está pasando?, ¿hasta dónde nos han traído?, ¿a dónde hemos llegado? Da miedo, a mí, al menos, me da miedo.

La desvergüenza llega hasta no cortarse un pelo por escupir semejantes barbaridades en público. “Regeneración democrática” lo llama el sátrapa, impávido, y ni se le cae la cara de la vergüenza que no tiene, ni le importa lo más mínimo el tamaño de la aberración que sostiene; se piensa por encima del bien y del mal, ¡es inaudito!

La democracia no se regenera, la democracia se busca, se trabaja y se cuida, atendiendo a lo que hace de ella el instrumento a nuestro alcance que más nos acerca a lo que, por naturaleza, nos es imprescindible: la libertad. La división de poderes, judicial, legislativo y ejecutivo, garantiza, hasta dónde se le permita, que la democracia pueda ser lo que en esencia es. Deje usted de mangonear, manipular, mentir y falsear, “regeneración democrática”, dice … ¿Está pasando, de veras …? ¡Pues manda huevos!

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