Ajuste fino

Antonio Castro / Ancastro@huelvainformacion.es

El movimiento pendular

L O peor de todo esto no es ya la cuesta de enero, un recurrente obligado por la realidad, sino el contraste que en esta ocasión supone el mensaje que anima a consumir, con todo el poder de la publicidad -un magnífico invento, por cierto, con geniales creadores- y ese otro discurso subyacente de no gastar porque lo que se avecina es la vaca flaca que por ley natural sucede a la vaca gorda.

Con esto pasa como con la contradicción que supone que un producto que está prohibido consumir en muchos lugares, el tabaco, lo vendan en establecimientos concedidos por el Estado, o que se limite la velocidad de la circulación en carretera mientras se fabrican coches que corren a más de doscientos kilómetros por hora.

Hay un desajuste radical entre lo que se impone como norma o necesidad y las posibilidades que te da la realidad para que te realices como persona libre. Comprar, gastar, consumir, perderse por las tiendas y grandes almacenes es una actividad casi necesaria en estos días, por mucho agnóstico de la nueva religión del consumo que se declare. Y no se puede situar gran parte del territorio de la libertad personal en el escenario del mercado como actividad social y al mismo tiempo recomendar que no se gaste porque va a venir un año peor que el anterior y conviene no animar el IPC.

El Estado como poder y las terminales del mercado parecen querer trastocar el equilibrio de la gente del común haciéndole rebotar entre la ansiedad y la impotencia con la cadencia de un péndulo fatídico. Y lo peor de todo es que el mismo Estado se revela como el que menos ejemplo da de querer seguir sus propios consejos.

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