En Málaga, como en tantos otros lugares, la violencia de género sigue siendo una lacra que no termina de erradicarse. A pesar de los avances legislativos y de las múltiples campañas de concienciación, el número de casos no solo no decrece, sino que, en ciertos momentos, parece cobrar un nuevo y desolador impulso. Frente a esta realidad, es imprescindible que nos detengamos a reflexionar sobre las medidas actuales y la necesidad de fortalecer las estrategias y recursos disponibles.

Recientemente, Málaga ha sido escenario de varios casos de violencia de género que han terminado con mujeres heridas y familias desoladas. Estos sucesos no solo son una tragedia personal para los afectados, sino también una mancha en el tejido social que sustenta nuestra ciudad. La respuesta de las instituciones, aunque bien intencionada, sigue pecando de reactiva más que preventiva. Es crucial preguntarse: ¿es suficiente con responder tras el daño hecho? La prevención debe ser la piedra angular de nuestra estrategia. Las campañas de sensibilización son fundamentales, pero deben ir acompañadas de educación temprana en las escuelas. Hablar abiertamente de respeto, consentimiento y relaciones saludables debería ser parte del currículum, no solo un complemento. Asimismo, el apoyo a las víctimas necesita ser más accesible y menos burocrático. No es aceptable que, en pleno siglo XXI, las barreras administrativas disuadan a las víctimas de buscar ayuda.

Desde la perspectiva legal, aunque contamos con una legislación relativamente avanzada, su aplicación práctica deja mucho que desear. Los procesos judiciales son lentos y, a menudo, revictimizan a quienes buscan justicia. La formación específica en violencia de género para jueces, fiscales y fuerzas de seguridad es una exigencia no solo razonable, sino necesaria. Necesitamos profesionales que comprendan la complejidad de estos casos y actúen con la diligencia que estos requieren.

No podemos olvidar el papel que juega la sociedad en su conjunto. El machismo, aunque cada vez más rechazado, todavía se enseña y perpetúa en demasiados ámbitos de nuestra vida. Cambiar esta narrativa es un trabajo de todos: desde los medios de comunicación que deben evitar el sensacionalismo hasta las conversaciones diarias donde se debe corregir cualquier rastro de misoginia.

En conclusión, Málaga no puede permitirse ser complaciente frente a la violencia de género. Es hora de que todas las entidades, públicas y privadas, redoblen sus esfuerzos y se comprometan con cambios reales y efectivos. Solo así podremos esperar construir una sociedad donde la seguridad y el respeto sean la norma, no la excepción. El desafío es grande, pero no hay otra opción que enfrentarlo con la seriedad y urgencia que merece. La colaboración ciudadana también tiene un rol crucial en este combate diario contra la violencia de género. Es vital fomentar una cultura de denuncia y apoyo, donde los vecinos, amigos y familiares se sientan comprometidos a actuar y no solo a lamentarse.

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