La otra orilla

víctor Rodríguez

Reputación

En estos tiempos acelerados todo tiene una vida útil corta, hasta la solidaridad y el compromiso. Vamos pasando de la acción tangible a la virtual, de mirar en lo concreto a las firmas en plataformas en internet donde todo se mezcla y, acabado de apretar el botón, seguimos con nuestra vida como si no pasara nada, satisfechos de la ínfima labor cumplida.

Habiendo aparecido esta semana la denuncia de que el personal de Oxfam en Haití se aprovechó de la situación de miseria y debilidad de las mujeres tras el terremoto para solicitar servicios sexuales, rápidamente han saltado los adalides de la nada, de la tinta del calamar, de las grasientas manos para emponzoñar la tarea de las ONG (¡qué poco me gustan estas siglas y no hay manera de superarlas!). Hala, de pronto todo queda sembrado de sospecha y todos por el mismo rasero. Pero el rasero es altamente peligroso porque, no hace falta nada más que tirar de hemeroteca, para desvelar casos flagrantes de abuso en los más diversos sectores sociales. Hace unos años el delegado en Huelva de una compañía de seguros fue condenado a cincuenta y cuatro años de cárcel por delitos de acoso y agresión sexual contra sus trabajadoras. Recientemente se ha denunciado un caso parecido en el acuartelamiento militar de Antequera. El parlamento australiano quiere aprobar una ley contra las relaciones sexuales entre ministros y sus colaboradores. La lista es interminable. Y no por ello nos induce a pensar que hay que sospechar de compañías aseguradoras, militares y políticos, así, sin más. Vivimos en la era de las causas generales y la vuelta a la Inquisición. Claro que hay desviaciones, escándalos y problemas, como en todas las sociedades gestionadas por humanos, pero eso no me sirve para argumentar a los agoreros de la nada, a los escépticos de salón, a los que nunca movieron un dedo por hacer algo bueno a favor de los que menos tienen.

En el caso de Oxfam, el ministro Montoro deslizó un comentario sobre por dónde puede venir la verdadera naturaleza de esta causa de desprestigio general: los informes que, alrededor del Foro de Davos, recientemente finalizado, Oxfam venía publicando con la denuncia de la enorme brecha de desigualdad, como que ocho personas en el mundo poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad. A Greenpeace le hundieron su barco. Hoy se hunde desde internet. ¡Ay, cómo se os ve venir!

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