Radiografía del resentimiento

El resentido busca curar su narcisismo menospreciado y ajustar cuentas con los que no lo han querido

La ambición es parte consustancial de la política. Ya lo explicó muy bien Max Weber: "Quien hace política, aspira al poder". Por eso, es comprensible el papel que la ambición ha desempeñado en la trayectoria del reciente secretario general del partido socialista. Nada que objetar a ese respecto, dado, además, que se trataba de un asunto interno del propio partido y cuyo resultado se ventilaba entre sus exclusivos militantes. Pero de pronto, tal elección ya ha cobrado una inmediata y preocupante proyección pública. Las decisiones que el nuevo responsable adopte ya atañen a todos, vista la importancia del partido socialista y los graves problemas latentes en el país.

Por eso, sería aconsejable sondear algunos de los rasgos que han caracterizado la campaña de Pedro Sánchez, en cuanto pueden anunciar quizás un negativo desarrollo posterior. Por ejemplo, es fácil deducir que ante el fracaso de su anterior etapa como responsable político, sus respuestas han incluido poca autocrítica y muchas muestras de narcisismo herido. Dolido, pues, por lo que ha debido considerar un tratamiento injusto, se ha lanzado con justificable ambición a restaurar su imagen. Pero ha buscado algo más: presentándose como un héroe caído (que no lo es) ha solicitado el apoyo fácil de los militantes que podían identificarse con su fracaso, proporcionándoles consignas emotivas y de fácil acomodación, en la línea de la explotación sentimental que tanto se lleva: decirle a cada uno, de forma muy simple, lo que quiere oír. No hace falta hacer un gran esfuerzo para comprender que tras esta actitud anidan los rasgos de un resentimiento que se muestra eficaz como aglutinador, en principio, pero muy peligroso a largo plazo.

El resentido busca en sus planteamientos un doble beneficio: primero, curar su narcisismo que ha sido menospreciado. Y, segundo, y realizar el consecuente ajuste de cuentas con los que no lo han querido. Sin embargo, lo peor de estos mecanismos de reacción y odio, reside en que absorben todas las energías y a ellos se someten todas las restantes convicciones, si es que existen. Una consecuencia natural del resentimiento es el oportunismo, ya que toda opción política se mide y valora sólo en función de que ayude a mantener el poder y a sanar la supuesta imagen herida. Pero aún hay algo peor: el resentido con poder sabe captar y convertir en causa común el descontento de otros muchos resentidos: a veces con cuatro consignas y un centenar de letras basta para movilizarlos.

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