Nochebuena

Si nos hubiéramos contagiado de la política tóxica, tendríamos que ir con chaleco antibalas a las cenas de Nochebuena

Puedo equivocarme, pero mi impresión es que la gente de la calle -esa entelequia que sólo existe cuando pensamos en las conversaciones que oímos en el bus- no habla mucho de política ni ha adoptado los tonos matonescos de nuestra clase política. Si nos hubiéramos contagiado de la forma tóxica de ejercer la política que se ha instalado entre nosotros -y nuestro viejo amigo el (falso) doctor Frankenstein tiene una gran responsabilidad en todo esto-, habría que asistir a las cenas de Nochebuena con chaleco antibalas y contratar a un catador de venenos para las comidas de Navidad. Por suerte, parece que la gente se lo está tomando con calma. Digo por suerte, pero también hay algo de sonambulismo suicida en esta actitud de resignado hastío con que asistimos a la guerra de trincheras -con el uso correspondiente de gases venenosos- que se ha introducido en nuestra vida política. Y a diferencia de lo que ocurría en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, aquí no se hacen prisioneros. La de ahora es una guerra de exterminio.

Cuando las cosas se ponen feas, como ocurre ahora, me pongo a escuchar soul de los 60 de las discográficas Motown o Stax. ¿Cómo es posible que una comunidad que había sufrido lo que había sufrido la comunidad negra de Estados Unidos -la segregación, la pobreza, los linchamientos- hiciera una música tan luminosa, tan alegre, tan descaradamente optimista? ¿De dónde nacieron aquellas ganas desenfrenadas de cantar y de bailar? Me lo pregunto cuando pienso en una sociedad como la nuestra, en la que el relato establecido solo habla de depresiones y enfermedades mentales, de pobreza inasumible, de catástrofes climáticas. ¿De dónde sale esa obsesión morbosa por decir que en nuestra sociedad todo es sufrimiento, humillación, miedo, desigualdad? ¿De dónde viene esa necesidad malsana de degradar todo lo que pueda ofrecer un poco de consuelo? ¿Se puede afirmar que todas las familias son instituciones asesinas, como se hace ahora alegremente? ¿Se puede decir con gran solemnidad -al menos si se es una criatura racional- que vivimos en una especie de sucursal del infierno en la tierra? ¿De dónde surge este odio y este resentimiento? ¿Qué diablos nos está pasando?

Pero hoy es Nochebuena. Olvidémonos por un momento de todos los profetas fúnebres que celebran la destrucción. Feliz Navidad.

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