Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Huyendo del fuego

Una corriente en internet simplifica y culpa -sin tener ni pajolera idea ni prueba- a unos malos de una multinacional

En la magnífica En busca del fuego, una tribu prehistórica se las ve y se las desea para conservar una especie de carburo rudimentario con el que alimentan hogueras que le sirven, sobre todo, de protección ante fieras y peludos antropoides: perder la tea que necesitan y adoran sería su perdición. Con mayor o menor rigor, en la película de Annaud sus contemporáneos primitivos más evolucionados sí saben crear el fuego (y ríen y dialogan, e incluso han transitado en el sexo desde la postura habitual de los animales a la del misionero). Algunos miles de años después, nos encontramos al contrario: huimos del fuego, su solo nombre es una amenaza. Y más en España.

¿Por qué más en España (o Portugal)? Porque la península es calurosa y en general seca, pero también porque, por suerte y por desgracia, y según el ministerio del ramo, España, tras Suecia, es el segundo país en superficie forestal de la UE. Es deseable tener bosques, y cuantos más, mejor. Pero si la densidad vegetal se debe en parte a la falta de cuidado y control, el peligro de incendio crece de forma superlativa. No hay dinero suficiente para la verdadera prevención, o hay otras prioridades en el presupuesto apretado cual tornillos de submarino. No se libra Andalucía, ya lo vemos tras el brutal incendio que nació en Moguer y llegó a afectar seriamente a Doñana. En esta comunidad el Plan Infoca y la dedicación de medios contra incendios puntúan notable; de lo que mejor funciona en la Junta. Pero la mejorable prevención, las altas temperaturas, la falta de humedad y el viento fatal han sido aliados del desastre. Y bien puede que algún canalla asesino. O un lastimoso accidente. Y no olvidemos los excesos agrícolas.

Quizá cuando esto se publique los peritos ya habrán identificado las causas del incendio. Mientras, una corriente en internet, la enésima que simplifica o interpreta la realidad a su antojo, de forma sumaria y enardecida ha culpado -sin tener ni pajolera idea ni prueba- a unos malos de multinacional energética que lo que buscaba, aseguran, era destrozar el Parque Nacional para establecer allí unos depósitos de gas natural, un proyecto en trámite que se realizará o no. Unos mapas de colores y redondeles y flechas y, voilà, "blanco y en botella: asesinos empresariales". Si ha sido provocado, dudo mucho que lo haya por la empresa en cuestión: sería tirarse a una piscina con los ojos vendados sin saber si está llena; un delator estaría servido. Pero, como solemos decir, quién quiere objetividad ni realidad si tengo mi ideología sectaria y prejuiciosa para guiar mis opiniones.

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