España parasitada

Fue el Rey quien puso voz a la democracia española contra el funesto golpe que hoy se quiere premiar

Don Pedro Sánchez ha dado un uso creativo al viejo adagio de doña Concepción Arenal, “odia el delito y compadece al delincuente”, de modo que, a partir de ahora, y siempre que se trate de atentar contra el Estado de derecho, debe pronunciarse como sigue: “Borra el delito y premia al delincuente”. El resultado, por todos conocido, es que la ley de amnistía va a crear una casta impune, cuyo único mérito, sobre el violento desprecio de la democracia y una xenofobia acreditada, es el de ser necesario para la investidura del señor Sánchez. De este modo tan simple, el señor Sánchez se convierte en ufano caudillo de las fuerzas supremacistas y reaccionarias que hoy medran por España, añadiéndole una simpática distinción: todo este premio a la deslealtad, todo este canto a la impunidad y la fuerza, lo sufragarán en abundancia quienes no tienen la fortuna de pertenecer a una raza superior o a un pueblo elegido. Esto es, a los que no han recibido el don de ser verdaderos hombres de progreso y componen la zafia y gris España parasitada, y no la dorada e intocable España parasitaria.

Una de las singularidades de este bochornoso e injustificable episodio, aparte la invención del “golpista de progreso”, es la de que tan monumental trasvase de recursos, desde la España sin pedigrí a las zonas más privilegiadas, se haga por un partido que se dice socialista. Este socorro del rico en detrimento del pobre, sin embargo, no es lo que entiende uno por solidario. Y ello por la misma razón que premiar al delincuente con el dinero de la víctima no parece una solución ni democrática ni acertada, y desde luego, ni proporcional ni progresiva, como ordena la Constitución para el asunto recaudatorio. Se aduce en la proposición de ley que la amnistía es “para la normalización institucional, política y social en Cataluña”. Lo que no explica, claro, es para la normalización de qué. Y esto, desdichadamente, ya lo conocemos: para la normalización de la impunidad de una casta contrademocrática, mantenida por quienes la padecen.

Creo, por otra parte, que se equivocan quienes comparan a don Pedro Sánchez con Fernando VII, el rey felón. La similitud oportuna es con Manuel Godoy, quien encontró en la connivencia real una ocasión para sus desafueros. Por fortuna para los españoles, hoy no se da esta circunstancia. Fue el Rey quien puso voz a la democracia española, en una hora de extrema gravedad, contra el funesto golpe que hoy se quiere premiar y sufragar en beneficio de un único hombre, y en perjuicio de un país entero, ya seamos tirios o troyanos.

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