Los afanes

Javier Sánchez Menéndez

Charles Joughin

Los medios de comunicación, de vez en cuando, sacan a la luz historias sorprendentes. Había tenido ocasión de leerla hace algunos años, pero esta vez me ha vuelto a deslumbrar. Se trata de la historia de Charles Joughin, el panadero jefe del Titanic.

Como todos recordarán el Titanic se hundió frente a las costas de Terranova el 15 de abril de 1912, en su viaje inaugural. Un iceberg acabó con uno de los proyectos de ingeniería más grandes del momento. Charles Joughin era su panadero jefe.

Cuenta la leyenda que Joughin fue uno de los últimos en arrojarse al agua. Que antes había lanzado sillas y mesas al mar (incluso en algunas películas sobre el naufragio hay actores que interpretan el papel de este protagonista). También cuenta la leyenda que debido a la gran cantidad de alcohol que consumió antes de arrojarse al agua helada pudo sobrevivir. Vamos que sobrevivió milagrosamente bebiendo whisky.

Quién sabe realmente la verdad. Lo cierto es que Joughin, nuestro protagonista, falleció a los 78 años. Incluso sobrevivió a otro naufragio. El alcohol no actúa como anticoagulante. Que se lo digan a los jóvenes de ahora. España es uno de los países que supera la media de consumo de la OCDE. No van a dar abasto los servicios sanitarios de nuestro país cuando pasen treinta años. El hígado de nuestros jóvenes no se va a librar, como el de Joughin, de un desastre seguro. Van por el camino.

Somos un país de récords. Decía Bukowski: "Ese es el problema de beber, pensaba, mientras me servía un trago. Si algo malo pasa, bebes para intentar olvidar; si algo bueno, bebes para celebrar; y si nada pasa, bebes para hacer que algo pase".

Mark Twain, irónico y genial, escribió en una ocasión: "El alcohol es malo, pero el agua es aún peor: ¡te mata si no bebes!". Que se lo pregunten a Charles Joughin. Dicen que el alcohol le salvó del agua. Que pudo llegar al buque Carpathia que había acudido al rescate de los supervivientes.

El hundimiento del Titanic provocó más de 1.500 muertes. Pero un señor, un panadero, se salvó del desastre gracias a la ingesta de whisky. No me digan que no es curioso y sorprendente. Son tantos los misterios de ese buque que llenaríamos páginas y páginas de mera ficción. Mientras tanto, vamos a tomarnos una menta poleo para rememorar el hecho, para seguir elevando la leyenda del panadero.

Aunque ahora recuerdo la cita del escritor ruso Chéjov: "Un hombre que no bebe no es, en mi opinión, completamente un hombre."

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