Cambio de sentido

Callar mata

La tibieza ante la inhumanidad, aquí y en donde sea (hay otras ‘Palestinas’), da bastante miedo

Luna triste que se asoma/ sobre lo que ha quedado del naranjo!”, escribió Máyid Abú Gush. Me acompaño en estos días con la relectura de Lo que ha quedado del naranjo. Palestina en el corazón, una extraordinaria antología que Jesús Aguado editó hará 15 años en la colección Puerta del Mar, en la que poetas, pensadores y artistas de distintas generaciones y sensibilidades –de Clara Janés a Vicente Molina Foix o Agustín García Calvo, pasando por Menchu Gutiérrez y Marta Sanz– hacíamos un alto en el camino para abrir las palabras y expresar nuestro dolor y repulsa ante la situación (larga entonces, eterna ahora) del pueblo palestino. Como vengo diciendo hace varios artículos, la masacre actual de mujeres, hombres y niños en Gaza –que es así, matando civiles a cañonazos, como se está “defendiendo” el estado de Israel del atroz atentado de Hamas; el Talión es broma a su lado– tiene una larga, honda e intrincada raíz que, si la comunidad internacional no apuesta por reparar, jamás habrá paz. Qué boquita tan chica pone Biden para apoyar (¡al fin!) la solución de dos estados en Israel y Palestina; qué tibieza gastan algunos ante lo que los relatores especiales de la ONU denominan grave riesgo de genocidio; cuán presto llaman antisemita a quien señale que 420 niños caídos, muertos o heridos, al día (según Unicef), no es legítima defensa, es un horror insoportable como lo fue el Holocausto o la Gran Purga. Ignoro a qué dios reza quien aprieta así el gatillo.

Lo mismo que ustedes han podido leer en esta misma columna, varias veces, mis palabras, claras y duras, contra Pedro Sánchez por abandonar a quienes fueron nuestros compatriotas, los saharauis, al albur del rey alauita mientras se erigía como valedor de los derechos humanos en Ucrania, hoy agradezco –sin dejar de reprocharle el cambio unilateral de postura en el Sahara y siendo consciente de que forma parte de su estrategia de liderazgo– su contundencia ante Netanyahu al condenar los atentados de Hamas, defender que la reacción sea proporcionada y plantearle los dos Estados como solución al conflicto. A Feijóo, la postura del gobierno español le resulta “absolutamente excéntrica”, una “ocurrencia”. La tibieza ante la inhumanidad, aquí y en donde sea (hay otras Palestinas), comienza a dar bastante miedo.

Releo el poema sobre Palestina que escribí hace tantos años y le di a Aguado para aquella antología. Cierra así: “mi silencio mata”. 16.000 palestinos muertos, 6.150 de ellos niñas y niños, en 43 días.

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