No sería el Recre si no sucedieran estas cosas. Es su propia vida, vivir en el alambre, esperar hasta el último segundo del último minuto del partido, para ver si sigue respirando. Sólo que esta vez no se esperaba porque daba la impresión de que todo estaba atado y bien atado a pesar de la poca luz y la falta de taquígrafo.

Como siempre hay dos versiones. La del Ayuntamiento y la del interesado. Hay una cosa clara, que el que compre el Recre los tiene bien puestos o le falta consciencia. O está completamente seguro de que al final esto resulta rentable. Lo que pasa es que al primer golpe de vista te da mareos. Los cerca de 23 millones de euros de déficit no es fácilmente digerible.

Se supone que el pliego de condiciones está bien redactado y con puntadas que no descosan las costuras al primer golpe de aire en contra. Pero eso provoca que otros no hayan dado el paso al frente para la compra. Siempre y cuando sea verdad que había varios interesados.

Más allá de la dispersión de criterios, más allá de la interpretación de los puntos, el tema es que el Recre está en el mismo sitio que hace un año si no peor. Porque suponiendo que el Ayuntamiento ponga en valor el plan B, lo que determina que hay que pagar a AFE (Asociación de Futbolistas Españoles) antes del viernes, al día siguiente serán protagonistas los otros miles de problemas. Es decir, sería dar una patada hacia delante. Nada más. Porque el Recre necesita ser vendido para tener viabilidad. No queda otra opción.

Los acreedores, la Seguridad Social, Hacienda, los trabajadores. Y así la interminable retahíla. Todo eso se llama dinero. Y luego está la confección de la plantilla. El proyecto deportivo. En fin, para perder el sueño.

El final de la novela se desconoce a este punto y hora. Pero ya hay algunos que apuntan que ha faltado valentía para ponerle nombre y apellidos al problema del Decano. A esperar toca. Pero ya se sabía que esto no iba a ser un paseo por el parque. Es el sino del Recre. El máximo sufrimiento. Y así, 127 años.

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