Hay mucha gente que está que trina y trina con toda la razón del mundo. La grada albiazul sigue estando muy por encima de los resultados esperados y esa fidelidad, tan épica como ya casi irracional, no exime el ser exigente con los suyos. Esta temporada, como otras tantas, nos merecíamos más de lo recibido. Rectifico: más, no; una inmensidad más. Para el corazón recreativista está contraindicado que, de nuevo, vivamos el doble de batacazos que de alegrías y, por si fuera poco, se va a morir enero y el embargo continúa indestructible. Esa lápida que tanto pesa no hace más que redoblar las lamentaciones con cada revés sufrido. Eso sí, que después del enésimo tropezón sigamos a la misma distancia del cuarto clasificado -ocho puntos, algo más que un suspiro, desde luego, pero cosas más raras se han visto-, quizás signifique que nos quede media bala para engancharnos arriba. Si no le ganamos al colista este domingo pueden olvidar por la frase anterior.

Como sobre el verde hay poco de lo que presumir habrá que hacerlo, otra vez, de lo de siempre. Piénsenlo un momento: esa maravilla de club llamada Leganés, ejemplo hoy para todos los equipos humildes, llevó a poco más de 200 personas la pasada semana al Bernabéu pese a que se jugaba acceder, por primera vez en su historia, a las semifinales de Copa. Leganés tiene 180.000 habitantes, su equipo está extraordinariamente bien clasificado en Primera División y dista apenas 15 kilómetros del Santiago Bernabéu. Pues bien: Huelva (40.000 habitantes menos que la localidad del sur de Madrid) agotó las 700 entradas enviadas por el Real Betis -y porque no cedieron más- en sólo 45 minutos para ver, a 90 kilómetros, a su equipo, el equipo de los disgustos, en un partido televisado, en un escenario con poco glamour y estando el Recre más cerca del descenso a Tercera que de luchar por el ascenso a Segunda. La afición del Decano es un auténtico tesoro, oigan, y no podemos parar de repetirlo porque si en otros sitios se autoconceden honores y privilegios con menos gestas a sus espaldas aquí no debemos pasar por alto ninguna lección de las que se da. Por esa gente, por nuestra gente, si existe aún media oportunidad por engancharnos arriba los de abajo se tienen que desvivir hasta conseguirlo. Por ellos, aunque sólo sea por ellos.

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