Ha llegado el momento de la exigencia. Hubo un momento en el que la desidia se apoderó de todo. Daba igual perder que ganar. La gente se iba del Colombino cansada de tanto despropósito, harta de tanta decepción. En el último partido en casa con triunfo ante la Balompédica Linense el viento comenzó a cambiar. Justo antes del golazo de Miguelito se oyeron pitos y discrepancias, y eso significa que la gente respira, que siente, que aprieta porque de lo contrario la condena estaría escrita.

Afortunadamente llegó el tanto del onubense. Y los pitos se convirtieron en locura. Pero harían mal Pavón y la plantilla en caer en la conformidad porque los detalles retratan la situación una y mil veces. Queda claro que la plantilla está cogida por los pelos y, al menos yo, no recuerdo un partido en el que haya podido decir qué repaso que le ha dado el Decano al rival.

Todo eso se traduce en que de bailes nada. Pies en tierra firme porque la situación, al menos a día de hoy, sigue siendo la misma, sólo que ahora está fuera de los puestos de descenso.

Nada va a ser fácil. Y mejor que la tropa se mentalice. Sólo así sacará puntos y vida. Además, hay que añadir que esta situación ya la hemos vivido antes. En el Recre, de la primavera al infierno va un solo paso. Por eso, a pesar de la enorme importancia que tiene el triunfo ante la Balompédica, restan muchos mundos por descubrir y el fútbol es inescrutable.

La afición hizo bien en alinearse al lado de la exigencia. Porque hay que tener en cuenta las penurias que están pasando los chicos. Pero sin la exigencia serán peores jugadores. Así que hay que tomarse la llamada de atención por lo positivo. La plantilla y el entrenador. La indiferencia sólo conduce al matadero y aquí todo el mundo quiere vivir.