En el fútbol moderno, incluso en equipos que gozan de una parte interior espectacular, esos volantes que se meten por el centro, si no haces superioridad en los costados estás muerto. Independientemente del gol, el valor posiblemente más preciado, los laterales se han convertido en sustanciales a la hora de elaborar fútbol y sobre todo en el momento del desequilibrio. Todo equipo que no tenga dos laterales de largo recorrido es previsible y casi todo lo que intenta muere en la orilla. Cada día lo vemos en las grandes ligas y también en las diferentes categorías, incluida la base.

Llamó la atención el otro día, y en otras jornadas también, que el Recreativo de Huelva, amparado en el 4-4-2 no dejase ni tan siquiera atisbo de acogerse a la regla. Así es imposible y así adivinas lo que va a pasar momentos antes de que ocurra. No se puede jugar como si estuviese anclado a una barra de futbolín. Generalmente, todos los equipos juegan con un solo delantero. Luego sobran marcadores para sujetar esa zona del campo. La clave está en el control de la segunda línea. El Granada B dio un recital de eso. Juego interior y amplitud de campo por las alas. Por eso rectificó Pavón, retirando a un delantero y metiendo a otro mediocampista. Pero ahí no estuvo el asunto. El tema se basa en que el Recre nunca desbordó por fuera porque los laterales no subían. Y así, sin romper líneas, todo queda fijado a la inspiración individual.

Cierto es que el club, la situación del mismo, lo está invadiendo todo, o ensuciando, como prefieran. Pero hay cuestiones futbolísticas que no se pueden obviar. Y el Recre mostró muchas carencias en lectura el otro día. O cambia radicalmente eso o tendrá que vivir de la limosna que le permitan los rivales. A todo eso hay que sumar que las jugadas a balón parado son fundamentales cuando los partidos se enquistan.

Llega el San Fernando y luego el Cartagena. Da lo mismo. El caso es que el Decano está por debajo de lo que se le presupone en potencial. A lo mejor ante rivales de nombre y enjundia se viene arriba. Pero debe dejar las barras del futbolín en casa. Si no hay bandas no habrá ni fútbol ni opciones de gol. Porque lo del otro día no fue por gustarse, sino por el corazón. Y a veces, o muchas veces, con el corazón no basta.

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