En todas las actividades y formas de expresión del ser humano existe un punto en común que es tan imprescindible como inadvertido. Son los ceros, el vacío sin el cual no se entendería aquello que no es vacío. Son los espacios entre palabras que acaban estructurando el mensaje; los silencios en una composición musical. En el mundo del rugby la exploración de esos huecos es una de las estrategias de avance del juego. Pocos deportes han evolucionado y evolucionan tanto como este. Los pasos a dar son sencillos: se trata de copiar lo que hacen los astrónomos al apuntar con un telescopio de gran potencia hacia esas zonas oscuras del cielo. Entender lo que ahora es el vacío, estudiar las posibilidades reales que ofrece y construir a partir de esos descubrimientos. La continuidad en el juego, reduciendo las oportunidades que se le daba al ruck, minimizando el número y el tiempo de esos nudos entre fases, es la filosofía que domina el orbe hoy. Esos nudos han sido y son fundamentales, dominar sus secretos gana partidos. Para el no iniciado pueden parecer una montonera deforme de cuerpos, pero solo hay que observar y escuchar a alguien que sepa durante diez segundos para entenderlo. Hace años, desde Nueva Zelanda llegó una nueva forma de mirarlos. Dominarlos y minimizarlos. Buscaron en el vacío, lo analizaron y pusieron en marcha el rugby de continuidad. Es a esos huecos a donde hay que volver a mirar si queremos traer de vuelta al norte el cetro mundial.

Soplan vientos nuevos desde Londres. Los Saracens, impregnados de la filosofía de vida del doctor Venter, construyen su juego desde las personas. La frase es "Las buenas personas hacen buenos jugadores de rugby; y los buenos jugadores hacen un buen equipo". Los fichajes son estudiados en sus hogares, se les entrevista con sus esposas o parejas, y se decide si se adaptan a esa filosofía. Empatía, seriedad y humildad como bases del nuevo rugby. Ojalá tengan suerte explorando ese vacío. Ese cero.