Siempre igual. Otra vez la repetición de la historia. Porque pase lo que pase en las seis jornadas que restan, el San Roque vuelve a elevarse a los altares. No hay equipo que repita tantas veces la hazaña. Está a dos puntos de los puestos de promoción por el ascenso a Segunda B y hay quien ya baraja escribir un libro sobre el comportamiento de un club que a pesar de las trabas siempre se levanta. Desconozco cuántos casos hay a nivel nacional con respecto a descender y a los meses siguientes volver a intentarlo, sin que se resquebraje nada, ni pensamiento ni obra. Es como si la inmunidad estuviera instalada en el tuétano y eso le permite afrontar la vida con la sonrisa permanente.

El San Roque arrancó la temporada, como tantas veces, en medio de la incertidumbre. Plan económico en el aire, equipo por formar, nuevo entrenador y proyecto cogido con alfileres porque la estabilidad era una utopía. Nuevo inversor, lo que comportaba que algunas cosas venían en el lote, o lo que es lo mismo, había que pagar un peaje y sólo era cuestión de disimular lo máximo posible y que esa imposición no afectase al rendimiento ni a la convivencia. El disimulo ha sido espectacular.

Los remisos a reconocer la realidad dirán que es pura casualidad. Los otros, los normales, ya están en la intención de doblar rodilla y discurso. Lo ha vuelto a hacer. Manolo Santana, director deportivo del club, en la enésima demostración de sus conocimientos, ha vuelto a poner al San Roque en la pista de despegue. Y no sólo en lo deportivo. Con hilo directo con el nuevo propietario (a falta de concretarse en escritura), le ha puesto en el conocimiento que está en el mejor lugar posible. Y eso que el hombre venía de un fracaso considerable en Alcalá, por lo que el recelo era patente. Pues bien, Santana no sólo ha puesto en órbita lo deportivo sino que lo burocrático está en vías de solución. Y el lío era de altura, por no decir deprimente.

El San Roque ha vuelto y, como decía al inicio de este artículo, pase lo que pase, se meta o no se meta habrá dado otra lección de levantamiento. Nada es casualidad. Es el trabajo. No sólo de Manolo Santana sino de todos aquellos que creyeron. Va por ellos. A los otros, los incrédulos y maleables, sólo les queda plegar y guardar las escopetas porque la veda está cerrada a cal y canto.

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